lunes, 28 de diciembre de 2009

NAVIDAD

NAVIDAD

Al pasar la hoja del 24 al 25 de diciembre del almanaque de bloque que tengo en mi mesa de trabajo, observé que el número 25 estaba impreso en rojo, y, además, debajo del citado número se había incluido la siguiente anotación: Navidad. Fiesta en los 27 países de la Unión Europea y en Estados Unidos. Me alegré que en los dos grandes núcleos de la cultura occidental se celebrara el nacimiento o Natividad de Jesucristo, que es lo que significa Navidad, pero, al mismo tiempo, me quedé reflexionando a causa de las incongruencias de los políticos, especialmente de los europeos, que cuando estuvieron discutiendo la forma, el modo y las circunstancias que se debían observar para articular la constitución europea, una parte muy importante de los sesudos parlamentarios rechazó incluir en la futura constitución un preámbulo o introducción donde se declarara que Europa se había configurado y desarrollado, tal como es ahora, debido a sus raíces cristianas; es decir, que el Cristianismo fue la fuerza espiritual y la guía moral y rectora de los hombres que fundaron las naciones de Europa y también de aquellos hombres que emigraron y llevaron las enseñanzas cristianas al otro lado del Atlántico y a casi todo el mundo.

A muchos de los representantes europeos que les tocó redactar la constitución les faltó la objetividad necesaria para darse cuenta de que las raíces cristianas estaban compuestas de hechos históricos y sociales, que manifestarlas en el preámbulo de la constitución no significaba defender a ningún grupo religioso en particular, pues sobre el ancho territorio europeo seguían viviendo, luchando, soñando, y también sufriendo, millones de personas, cada una con su propia inclinación política que podía exponer libremente, y que muchos europeos, quizá hasta el 90 por ciento, se sentían católicos, protestantes, u ortodoxos, y que todos, asimismo, se sabían cristianos.

Ahora, sin embargo, algunos políticos temen molestar a personas de otras confesiones religiosas si se hace mención, mediante la palabra, las manifestaciones o los símbolos, de nuestras raíces cristianas, pero no tienen inconveniente en admitir que se asienten en España otras personas con otras religiones, que levanten templos y que hagan proselitismo; todo eso que a los europeos no nos permiten hacer en sus países de origen.

Afortunadamente, y aunque les pese a los políticos progresistas y a esos que buscan la destrucción del Cristianismo, la fiesta de la Navidad se sigue celebrando en 27 países de la Unión Europea y en Estados Unidos, y en muchos países más, y esta creencia, tradicional y ensalzada, seguirá adelante a través de los tiempos, mucho más allá de la vida de los políticos que ahora reniegan de sus raíces cristianas.

25 de diciembre de 2009

Luis de Torres

domingo, 29 de noviembre de 2009

MORISCOS

MORISCOS

Parece como si algunas personas no tuvieran más ocupación y deseo que remover las polvorientas y resecas hojas de la historia, ésas que apenas conocemos o recordamos y que no forman parte de nuestras preocupaciones o anhelos diarios, y lo más sorprendente es que esas personas buscadoras de capítulos gloriosos o nefastos de nuestra historia no lo hacen con el noble afán de los historiadores por conocer el pasado, investigar cómo y de qué manera se vivía en un determinado período de tiempo anterior al nuestro, cuáles eran los amores, los odios, las alegrías y los sufrimientos de nuestros antepasados y cuánto de aquel tiempo pretérito ha podido influir en nuestro desarrollo y vida actuales, sino que, por cuestiones políticas, oportunistas o convenientes a sus ideas, sacan a relucir páginas enmohecidas y casi olvidadas de nuestra historia, que ya a nadie interesan, y las insertan en el juego político actual como si fueran asuntos de trascendental importancia, que necesitan de una pronta y eficaz solución.

Me refiero a la iniciativa que ha tenido un diputado granadino del partido socialista de presentar una proposición no de ley para que a los descendientes de los moriscos que fueron expulsados de España se les desagravie y puedan reclamar los vínculos económicos, sociales y culturales que puedan tener con nuestra nación; proposición no de ley que ya ha sido aprobada con los únicos votos de los socialistas, lo cual nos viene a decir que los demás grupos políticos no parecen haber sentido ni la emoción, ni la necesidad, ni la urgencia de apoyar la brillante idea del diputado granadino.

Quiero pensar que la mencionada iniciativa surgió posiblemente cuando se publicó o se recordó que en este año 2009 se cumplía el cuarto centenario de la expulsión de los moriscos, pues fue precisamente en el año 1609 cuando Felipe III decidió la expulsión, que, según nos dicen los historiadores, no fue por cuestiones religiosas, ya que los moriscos eran moros bautizados, como consecuencia de la Pragmática de los Reyes Católicos del año 1502, sino por razones políticas, pues los moriscos suponían un peligro para España por su supuesta vinculación con los piratas berberiscos, los pueblos del norte de África, los turcos y los franceses, todos ellos enemigos de la nación española. Además, también se temía el constante crecimiento demográfico de esta minoría, superior al crecimiento de los cristianos, y su dudosa conversión al catolicismo, que era más de forma que de fondo, pues, al parecer, el pensamiento y el alma de los moriscos seguían siendo islámicos.

Esta situación ya fue considerada por Carlos I y Felipe II, pero estos dos monarcas no llegaron a dar ese paso tan duro, grave y doloroso de decretar la expulsión de todos los moriscos. Sin embargo, este asunto llegó a ser tan asfixiante hace cuatrocientos años, tanto para los gobernantes como para los ciudadanos, que el rey Felipe III decidió la expulsión de los moriscos en el año 1609, como queda dicho, y entre los años 1.609 al 1614 se ejecutó la orden real, obligando a salir de España a los moriscos de Valencia, Aragón, Cataluña y Castilla, a pesar de las revueltas, levantamientos y problemas que trajo consigo esta actuación. Sin duda, aquella expulsión tuvo que ser traumática y penosa, y yo diría que hasta terrible, por el inmenso daño que se hace a una persona cuando se la desarraiga violentamente de su tierra, de su hogar y entorno, de su pasado, de su patrimonio y de sus afectos. Quizá las costumbres, leyes, miedos, fobias, creencias, supersticiones y cultura de hace cuatrocientos años no tenían otra salida que la expulsión de los moriscos. Es difícil juzgar ahora aquella decisión de nuestros antepasados, como, asimismo, es difícil y complicado hacer un juicio ecuánime de las guerras, de los levantamientos, de las rebeliones, de las invasiones y de los enfrentamientos entre los pueblos, pues siempre existirán argumentos a favor de uno u otro bando.

Los hechos y acontecimientos de nuestros pueblos, gloriosos u horrendos, se gestan, se desarrollan y pasan, y después los historiadores los estudian, los plasman en sus libros y dejan constancia de lo sucedido, siempre bajo su particular punto de vista. Estos relatos forman la historia que no podemos cambiar, a la cual, igual que a los muertos, se la debe dejar que descanse en paz, porque si desempolvamos alguna de sus páginas se podrían reavivar pasiones, desavenencias y rencillas que ya han desaparecido o están dormidas.

Si ahora el diputado granadino del partido socialista quiere desagraviar o compensar a los descendientes de los moriscos por el supuesto daño que se causó a sus antepasados, también podría pensar en solicitar a los gobernantes del Magreb que desagravien y compensen a los descendientes de los celtíberos y visigodos que sufrieron la sangrienta invasión de las hordas musulmanas a partir del año 711, y de las sucesivas oleadas de tribus bereberes como fueron los almorávides, los almohades y los benimerines. ¿O es que todos estos invasores no hicieron ningún daño?

Y si hasta ahora me he referido a hechos del pasado, no quiero terminar este escrito sin hacer una reflexión sobre el futuro. Pienso en lo que pasaría en el año 2345; es decir, 400 años a partir del final de la segunda guerra mundial, si a un diputado socialista alemán (en el caso de que todavía existiera una forma de gobierno como en la actualidad) se le ocurriera la peregrina idea de presentar a su congreso, parlamento o Bundestag una proposición no de ley para desagraviar y compensar a los descendientes de los judíos que sufrieron persecución, saqueo, internamiento en campos de concentración, humillaciones y muerte durante el Tercer Reich. ¡Me resisto a pensar que tal proposición hubiera sido aprobada por los alemanes, aunque éstos fueran miembros del partido socialista! Sin embargo, aquí, una proposición similar, fuera de toda lógica, referida a un acontecimiento de hace 400 años, sí ha sido aprobada. ¿Por qué? Porque somos ilógicos, porque…¡Spain is different!

28 de noviembre de 2009

Luis de Torres

miércoles, 18 de noviembre de 2009

¿CON ACENTO GRÁFICO O SIN ÉL?


¿CON ACENTO GRÁFICO O SIN ÉL?

En el caso que quiero comentar se puede escribir con acento gráfico o sin él, pues ambas modalidades son admitidas por la Real Academia Española de la Lengua. Me refiero al nombre de una nación europea: Rumanía o Rumania.

Sin embargo, saco a colación este asunto porque la importante llegada de rumanos a España ha traído como consecuencia que el nombre de la nación de origen de estas personas se oiga con bastante frecuencia en las emisoras de radio y televisión, o se vea escrito en periódicos y revistas, en la versión acentuada; es decir, Rumanía, y nunca, o casi nunca, como Rumania, a pesar de que esta modalidad sin acentuar; es decir, como palabra llana sin tilde, se utilizaba generalmente hasta mediados del siglo XX. No sé la razón o el motivo que llevaron a desplazar el acento hacia la última sílaba que contiene el diptongo “ia” a romper ese diptongo y a convertir la palabra llana, con tres sílabas fonéticas, en una palabra con cuatro sílabas fonéticas. Sólo se me ocurre una salida muy simple: el idioma español es una lengua viva y, como tal, está en constante evolución, y de ahí los cambios que, a veces, nos pueden llamar la atención, o incluso molestarnos.

Pero lo más sorprendente de esta especial andadura de Rumania hasta llegar a Rumanía es que se trata de un caso único, según creo, de alteración en la pronunciación de un nombre de nación que contiene el diptongo “ia”, y digo esto porque he encontrado bastantes nombres de países que terminan con la sílaba “nia” sin que sobre la letra “i” aparezca el acento gráfico. Y aquí van los ejemplos a que me refiero: Alemania, Albania, Eslovenia, Estonia, Letonia, Lituania, Macedonia, Polonia, Ucrania, Abisinia, Armenia, Jordania, Kenia, Mauritania, Tanzania y Birmania. Todas son palabras llanas y, sinceramente, me gustaría que no evolucionaran en su pronunciación y que conservaran su actual belleza, dejando el diptongo “ia” con tilde sobre la letra “i” para otras palabras, tan hermosas o más que las anteriores, como pueden ser las siguientes: día, alegría, simpatía, gastronomía, fantasía, geografía, ortografía y María.

17 de noviembre de 2009

Luis de Torres


sábado, 14 de noviembre de 2009

LA HUERTA ZAHERIDA

LA HUERTA ZAHERIDA


Todos los días salgo a pasear para hacer un poco de ejercicio, o para desalojar glucosa de mi sangre y cerrar el paso a esa odiosa enfermedad que se llama diabetes, o para ver cómo van las obras en las calles, los trabajos de creación de carriles bici y los avances en la ampliación de la red tranviaria de Murcia. Pero hace unos días, y aprovechando que el sol otoñal tenía una luminosidad especial y la temperatura era muy agradable, decidí prescindir de mi paseo por el asfalto, entre edificios, y soportando el ruido que suele envolver a la ciudad, y dirigí mis pasos hacia la huerta, esperando encontrar un paisaje verde, atrayente, con aroma de flores, murmullo de agua, cantos de pájaros y hombres y mujeres, laboriosos y atezados, amando y trabajando la tierra de la que formaban parte.

Pronto, sin embargo, empecé a sentirme desilusionado, pues el paisaje que iba apareciendo a mi vista distaba mucho de la estampa bucólica que yo esperaba encontrar. Seguí adelante pues necesitaba respirar, sentir en el rostro, ver con mis ojos y escuchar con mis oídos, todo el ambiente de la huerta, de esa naturaleza domeñada por el hombre, que no sometida ni violentada, sino tratada con mimo, cariño, alegría y entrega hasta dar a la tierra una explosión de vida y una belleza singular y sublime.

Pero esa huerta soñada, que durante siglos existió y glorificó al valle donde se asienta y gestó y moldeó las mejores costumbres y virtudes de la murcianía, ha tenido, quizá, en la ciudad de Murcia su peor enemigo, pues aunque los murcianos de la ciudad han ensalzado las glorias, las bondades y la hermosura de la huerta, algunos de ellos no han tenido reparos en dar vida y poner en movimiento a un monstruo de hormigón, acero, ladrillo, cristal y asfalto que se ha ido alimentando de la huerta, como un depredador que no discierne qué presa tiene que cazar y ataca a la más cercana y lustrosa.

Y ahora, cuando el monstruo está cansado del esfuerzo realizado y su salud se ha quebrantado, la huerta colindante con la ciudad está agonizando, porque ha sido destrozada, maltratada, herida, cubierta de escombros e inmundicias, llena de restos de obras, de piezas metálicas inútiles y herrumbrosas, y de antiguos tramos de acequia secos y convertidos en vertederos malolientes. Y al contemplar esta desgracia ecológica, el ser humano parece sentir los lamentos y la tristeza que surgen de la tierra.

Quise continuar buscando los carriles o veredas de la huerta, con la esperanza de hallar algún lugar donde no se hubiera roto la armonía y perdurara la belleza, pero me fue imposible. Encontré algunos huertos arbolados, que, en principio, me alegraron el corazón, pero pronto me di cuenta de que también habían perdido su primigenio encanto, que ya no estaban cuidados con esmero y amor, que estaban hundidos porque la zahorra, la piedra y el asfalto habían hecho recrecer la senda o la vereda que los acariciaba, y porque la humedad no se asomaba a la tierra.

Algo que me tenía sorprendido era la ausencia de gente por donde yo pasaba, pues no todas las casas que yo veía iban a estar deshabitadas, pero cuando me adentré por un estrecho carril vi a un hombre de bastante edad, sentado en una silla rústica, a la sombra de un árbol medio seco y frente a una casa quizá centenaria, me acerqué a él y, después de darle los buenos días, me atreví a comentar: ¡Qué pena que la huerta esté desapareciendo y se pierdan tantos hermosos rincones! El hombre levantó la cabeza, me miró, y sin mostrar alegría ni pena, me dijo lacónicamente: ¡No podemos evitarlo! ¡No tenemos agua para regar! Calló y yo no insistí. A la espalda de aquel huertano hierático había una pequeña acequia que, como otras, no llevaba agua, pero en su lecho se veían basuras, cosas viejas y escombros. Dije adiós a aquel hombre, que parecía tener seca su alma, como le ocurría a su acequia, quizá de tanto sufrir por la falta de agua, y seguí mi camino. Me contagié de la callada tristeza que emanaba de aquel anciano que tenía rotos sus recuerdos y perdida su esperanza, reflexioné sobre el distinto punto de vista que teníamos los dos sobre la desaparición de gran parte de la huerta, pues él se sentía agobiado y derrotado por la falta de agua, que llevaba irremediablemente a la muerte de su tierra, y yo me quejaba del avance de la ciudad como culpable de la destrucción de la huerta, a la que veía herida, o, mejor dicho, zaherida, pues esa huerta, que parecía sentir como un ser humano, había sido, además de herida, mortificada y humillada.

Ante mi vista aparecieron los edificios de Murcia y la infraestructura viaria. Me parecieron las fauces y los tentáculos del monstruo. El resto de la huerta maltratada agonizaba en silencio. Yo, camino de mi casa, iba pensando en el Canto a Murcia, de La Parranda, y deseé que nunca dejaran de tener vigencia sus últimos versos: “Murcia, qué hermosa eres, tu huerta no tiene igual”

13 de noviembre de 2009

Luis de Torres



domingo, 11 de octubre de 2009

EL FUTURO PEOR

EL FUTURO PEOR
Posiblemente ya se haya escrito todo sobre la crisis que tenemos en España, sobre la recesión y sobre la dificultad de remontar a corto plazo la situación de desmoronamiento y penuria de la actividad económica y la posibilidad de dejar atrás el resto de males que nos aquejan, pero como sigo sin entender algunas de las circunstancias que se han dado en todo este enredo, he decidido plasmar en el papel las opiniones, dudas, angustias y quejas que, día tras día, asedian mi mente.

Los políticos siempre nos han dicho que con su gestión en el gobierno pretendían dar a todos los ciudadanos un futuro mejor, lo cual parecía loable y digno de todo encomio, pero después, a la vista de los acontecimientos que iban acaeciendo, los ciudadanos empezamos a tener la sensación de que ese futuro mejor no aparecía, estaba escondido, era imposible de lograr, o, simplemente, no existía, a pesar de que los gobernantes seguían proclamando a los cuatro vientos que todo lo hacían bien, que se preocupaban mucho de todos nosotros y que ellos eran los dirigentes idóneos para llevar a buen puerto la nave en la que todos estábamos navegando, añadiendo, además, que otros políticos no servirían para lograr los éxitos que ellos prometían.

Pero, curiosamente, nunca se nos decían las equivocaciones de su gestión, que sabían que se habían producido, pero que ocultaban, ni las graves omisiones que cometieron, pues no detectaron, o no supieron qué hacer, o no quisieron modificar el “statu quo” imperante, que a algunos les parecía bueno, pero que era nefasto y malo, para poner orden en aquel desbarajuste de injusticia y ambición. Los años precedentes a la crisis fueron tiempos de especulación desenfrenada, de confundir lo finito con lo infinito, de creación de una economía desbocada y de dirigir todos los esfuerzos y recursos en una misma dirección: el “boom” inmobiliario, porque prometía pingües beneficios, aunque para ello hubiera que asaltar y desvalijar a los ciudadanos comunes, a esos que estaban fuera de la especulación y de la corrupción, imponiéndoles unos precios disparatados, ilógicos e injustos.

Y, poco a poco, aquella carrera de la codicia, en vez de alcanzar El Dorado, tuvo un abrupto fin, cuando aquella locura se topó con el abismo que cortaba el paso a tanto despropósito y ceguera. Y es que lo que se hace mal, y no se remedia a tiempo, trae funestas consecuencias. Los nuevos edificios crecían por doquier, el valor del suelo era una espiral infinita, el precio de los materiales de construcción siguió el camino de las subidas descontroladas y, naturalmente, el beneficio de los constructores y promotores alcanzó cotas de escándalo. Se construyeron viviendas en cantidades mucho mayores de las que la sociedad demandaba, la banca concedió préstamos hipotecarios de elevada cuantía y alto riesgo sin ejercer la mínima cautela y prudencia; solamente por el afán de subir las inversiones, y toda esta alegría insensata y desmelenada, supuestamente dorada, terminó, con horror para muchos, en un fiasco, donde el color predominante tenía tintes plomizos.

Cuando llegaron la desilusión y el desaliento todos los actores de la catástrofe, gobernantes, especuladores, promotores, constructores, banqueros, etc., además de mostrar su sorpresa por la situación que ellos mismos habían creado, invocaban su inocencia y su buen comportamiento y echaban las culpas a factores exógenos, esos que nos habían llegado con los escándalos financieros del otro lado del Atlántico y que, en cierta medida, también habían afectado al sistema financiero español, aunque éste se contaminó porque los banqueros no tuvieron la suficiente astucia o prudencia para determinar qué productos eran sanos y aceptables y cuáles podrían causar graves enfermedades. Sin embargo, no debemos olvidar que la raíz de nuestro problema estuvo en el avariento comportamiento que se gestó en España.

Después, las culpas de unos y de otros se fueron ocultando, diluyendo en el tiempo, quitándoles la piel de lobo y poniéndoles la piel de un cordero, pero nada se aclaraba y nadie asumía sus responsabilidades. Al mismo tiempo, la epidemia del paro avanzaba sin cesar y sus estragos destrozaron a miles de trabajadores, y aún sigue en su imparable cataclismo y nadie, de momento, ha encontrado el medicamento que la cure. Solamente se están poniendo algunos parches o se están recetando placebos, que sólo engañan pero que no curan.

Y ahora, cuando los gastos son muy superiores a los ingresos porque los bancos se han llevado un dinero muy importante para sanear su situación, a los parados hay que darles algo para poder subsistir y el gobierno condona deudas, regala subvenciones y tiene que soportar una guerra bajo el eufemismo de ayuda humanitaria, nos encontramos con el anuncio de una próxima subida de impuestos, que, en su mayor parte, serán impuestos indirectos; es decir, esa clase de injusta imposición que grava el consumo, especialmente el IVA, con el que convivimos diariamente, pero que afecta en igual medida al pobre que al rico, pues no se tiene en cuenta el principio según el cual se paga en función de los ingresos. Después se nos quiere justificar la subida de los impuestos diciéndonos que es una medida solidaria o que, como aseguró un alto dirigente socialista, subir los impuestos es propio de los gobiernos progresistas. Pues, sinceramente, prefiero que el gobierno sea inmovilista y deje mis escasos ingresos en mi bolsillo y no se dedique a trasvasarlos al suyo.

Sin embargo, si las cosas se vieran en su justa medida, se juzgaran con ecuanimidad, se sancionaran según fuera la falta o el delito, o, incluso, se premiaran, si así correspondiere, la subida de impuestos no se habría pensado ni presentado tan a la ligera. Lo natural habría sido conocer, sin lugar a dudas, quién o quiénes fueron los causantes reales de la catástrofe, hacerles responsables de la misma, e imponerles la sanción o la pena que la ley pudiera determinar. Pero, al parecer, resultaba más fácil hacernos culpables a todos los ciudadanos e imponernos a todos el mismo castigo, y ahora nos encontramos con que nadie ha ido a prisión, aunque muchos la merecían, ni se han impuesto sanciones dinerarias importantes, ni se han incautado patrimonios obtenidos fraudulentamente, ni se ha investigado dónde están los enormes beneficios obtenidos con tanta especulación, ni se han elevado los tipos impositivos del impuesto sobre la renta para aquellos contribuyentes con ingresos por encima de 100.000 euros anuales, por poner un ejemplo, como tampoco se han establecido tipos más altos de cotización fiscal para las Sociedades de Inversión de Capital Variable (SICAV). ¿Tan difícil resulta gobernar con equidad y justicia?

Ese sueño que todos hemos tenido de perseguir y lograr un futuro mejor, que para nosotros tuvieron nuestros padres, y que nosotros tenemos para nuestros hijos y éstos lo tendrán para sus hijos, y así sucesivamente, se ha truncado y se ha convertido en una falacia y en un fiasco. Desgraciadamente, la codicia, la ambición, el abuso, la permisividad, el engaño y la ineptitud nos han traído un futuro peor, sin que se vislumbre la mejoría.

10 de octubre de 2009
Luis de Torres

jueves, 18 de junio de 2009

JUSTOS Y PECADORES

JUSTOS Y PECADORES

La noticia de la subida de las gasolinas me sentó tan mal como a la gran mayoría de los que estamos obligados a comprar este producto, por ser propietarios de un vehículo, y como hace unos días tuve la necesidad de repostar, paré en una gasolinera y puse en mi depósito 30 euros de gasolina sin plomo 95. Pagué con tarjeta y me dieron un justificante donde se indicaba que mis 30 euros sólo habían servido para comprar 27,93 litros.

Cuando regresé a mi casa, disgustado y malhumorado por la nueva subida, busqué mis resguardos de los últimos seis meses aproximadamente, y me encontré con las siguientes fechas y cifras, y siempre sobre la base de haber pagado € 30,00:

29.12.08 - Litros 36,76
13.01.09 - “ 34,97
26.02.09 - “ 34,32
15.03.09 - “ 33,75
03.04.09 - “ 32,02
11.05.09 - “ 31,25
05.06.09 - “ 29,56
15.06.09 - “ 27,93

Aunque no soy un buen matemático, si partimos de la situación que había el 29.12.08, la gasolina sin plomo 95 ha subido el 31,617%, a pesar de lo cual estos últimos meses nos están hablando de inflación cero, crecimiento negativo y hasta de deflación. ¿Cómo encaja la brutal subida de la gasolina con esa supuesta bajada de la inflación? Y, además, como la gasolina seguía una tendencia alcista, el gobierno ha querido unirse a la misma y ha puesto la guinda con un incremento sobre el impuesto de los carburantes, que ya está recogido en el justificante de la última visita a la gasolinera.

Pero como muchos conductores estaban alarmados por la subida fiscal, el gobierno ha querido explicarnos la razón de haber incrementado el impuesto sobre hidrocarburos, ya que los españoles, al parecer, tenemos tan poca cultura política y económica que no sabemos aplicar correctamente los sustantivos o los verbos cuando hablamos o escribimos sobre las actuaciones gubernamentales. Así que un destacado miembro del gobierno, para sacarnos de nuestra ignorancia fiscal, nos dijo que no se trataba de un “incremento” sino de una “actualización”; es decir, que para la acción de subir los impuestos no debíamos utilizar el verbo “incrementar” sino el verbo “actualizar”, y los españoles, con esta sesuda explicación, nos quedamos tan contentos, al comprobar la gran sabiduría de nuestros gobernantes.

También nos dijo que la “actualización” se hacía para estar en consonancia con los impuestos de otros países europeos, pero no dijo cuándo se van a “actualizar” los sueldos, los salarios y las pensiones de todos esos españoles que cobramos menos que otros europeos. Quizá sea porque los ingresos de los trabajadores, funcionarios, jubilados y pensionistas no son “actualizables”.

Por otra parte, también a los fumadores les contaron otra historia, para justificar la subida del impuesto sobre el tabaco, diciéndoles que lo que se pretendía era mejorar su salud, omitiendo, por tanto, que lo que subyace es un afán recaudatorio, como pasa con la subida del impuesto sobre las gasolinas.

Creo que nuestros gobernantes deben guardar en un cajón de su mesa de despacho la demagogia y los eufemismos y llamar al pan, pan, y al vino, vino, y decir con valentía y honradez que están subiendo los impuestos para recaudar más dinero, pues la economía española está hecha jirones, se tambalea y hay que apuntalarla, para ver si es posible enderezarla y sacarla del marasmo a que la llevaron los ambiciosos, la mala gestión del sistema financiero y la ineficacia de las autoridades.

Lo tremendo de este problema es que lo crearon los que están en las capas altas de la sociedad, a los que no se les piden responsabilidades, sino que se les ayuda, mientras que a las capas bajas de esa misma sociedad, que no son culpables de la situación, se les exige colaboración y esfuerzo; es decir, aportar dinero en la misma proporción que los poderosos. ¿O acaso no es una injusticia subir los impuestos indirectos, que son iguales para todos, sin tener en consideración las notables diferencias que existen entre las distintas clases sociales? Con este proceder no se tienen en cuenta los principios de equidad y solidaridad, que siempre deberían tener presentes nuestros gobernantes, y se incurre en la injusticia de que paguen justos por pecadores.

18 de junio de 2009

Luis de Torres

viernes, 12 de junio de 2009

EUROPA EN EL CORAZÓN

EUROPA EN EL CORAZÓN

Hasta que los griegos no comenzaron a crear su mitología, que es el conjunto de historias más bello y delicioso que uno pueda imaginar, donde se mezclan los poderes y las pasiones de los dioses inmortales del Olimpo con las andanzas, aventuras y amores de los héroes y de los mortales, nadie sabía cómo se llamaba esa enorme porción de tierra que linda al sur con el mar Mediterráneo y al norte con las heladas zonas árticas, pero aquellos griegos de alma poética supieron añadir un nuevo mito a su conjunto de historias para que aquella tierra innominada, de la que ellos también formaban parte, gozara de un nombre para la posteridad. Y poniendo manos a la obra, y buscando personas y tierras de su entorno, nos regalaron el siguiente mito:

Hubo una vez una virgen llamada Europa que era hija de Agenor, rey de Tiro y Sidón, la cual nació y creció en el palacio de su padre y disfrutó, junto con otras jóvenes de su edad, de los prados y jardines que formaban parte de su real morada, y del mar que bañaba aquella tierra. Europa era una joven de extraordinaria hermosura y sucedió que una noche tuvo un sueño en el que aparecían dos continentes, bajo forma de mujer, que se disputaban su posesión. Una de aquellas mujeres era Asia, pero la otra todavía no tenía nombre, y mientras la primera aducía que ella había dado a luz y amamantado a Europa, la otra mujer declaraba que Zeus, el dios de dioses, le daría la doncella, porque así lo habían dispuesto los Hados.

Europa despertó de su sueño y se sobresaltó, pero al día siguiente volvió a reunirse con sus amigas para jugar y entretenerse en los prados y jardines. Mientras tanto, Zeus, que siempre observaba a los mortales desde su altura celestial, descubrió a la bellísima Europa, y quizá herido por algún dardo lanzado por Afrodita o Eros, sintió el intenso deseo de poseer a Europa, a pesar de que Hera, su esposa, le tenía vigilado, conociendo su incurable lascivia. Pero Zeus, viendo que en aquellos prados donde jugaba Europa también pastaba el ganado vacuno de Agenor tuvo la idea de transformarse en el toro más bello y apuesto de todos los animales de su especie, de un brillante color castaño que sólo se interrumpía en su testuz, donde aparecía un círculo plateado, y en lo alto de su cabeza, que estaba adornada con unos cuernos en forma de luna en cuarto creciente. Zeus bajó a la tierra en su disfraz de toro y se unió al ganado de Agenor, y, poco a poco, con cautela y mansedumbre, se fue acercando al grupo de muchachas donde estaba Europa, que muy pronto se fijaron en aquel magnífico animal y comenzaron a acariciarlo, en vista de que no daba muestras de ser peligroso. Tan manso era que se echó sobre la hierba y ofreció su lustroso lomo a las jovencitas y Europa creyó que podrían subirse al animal y jugar con él. Alentó a sus amigas a entrar en el juego y ella fue la primera en sentarse sobre el lomo del toro.

Sin embargo, tan pronto como Europa se subió al animal, éste se levantó y comenzó a correr hacia la playa, llegó al mar y siguió en su carrera sobre las aguas, mientras Europa, asustada, se agarraba a un cuerno con una de sus manos y con la otra sujetaba su túnica para que no se mojase. Después de algún tiempo de cabalgar sobre el agua, el toro llegó a Creta, Europa pisó tierra, no sabía dónde estaba, en su soledad se acordaba de sus padres, estaba arrepentida de su imprudencia, y tan apenada se sentía que empezó a desear su muerte. Pero cuando su mente no veía más camino que acabar con su vida, algún enviado de los dioses se apareció ante ella y le hizo saber que el toro no era un animal sino un disfraz de Zeus, el dios supremo, que estaba enamorado de ella.

Después Zeus se apareció a Europa en toda su grandeza, se la llevó cerca de una fuente bajo unos árboles y allí comenzó su amor. Con el tiempo, Europa dio a Zeus tres hijos: Minos, Radamante y Sarpedón, y el gran dios del Olimpo aseguró a Europa que su nombre y fama se extenderían hasta el final de los tiempos. Después, quizá para iniciar la profecía, Europa se convirtió en la esposa del rey de Creta y fue conocida más allá de su reino.

Hace unos días se celebraron elecciones para elegir a nuestros representantes en el Parlamento Europeo, pero los ciudadanos que podíamos acudir a las urnas para escoger a las personas que deberían seguir adelante con la construcción de la gran nación europea no demostramos nuestra vinculación a la idea de convertirnos en una tierra fuertemente unida, ni tampoco qué ideario político deseábamos implantar en esta gran patria, y un elevado porcentaje de personas no quiso o no pudo dar su opinión sobre nuestro futuro, a pesar de que los candidatos de todos los partidos nos recordaban que las leyes y normas que se aprobaran en el parlamento supranacional tendrían una gran repercusión en nuestra vida diaria y en cada una de las patrias que conforman teóricamente la Unión Europea.

La abstención fue muy elevada, por lo que los resultados de las votaciones no pueden reflejar fidedignamente el sentimiento mayoritario de los ciudadanos. No obstante, con los votos escrutados se puede intuir, pero no asegurar, qué deseamos, anhelamos, esperamos u odiamos los europeos. Lo más importante que se puede deducir es que Europa sigue siendo una hermosa utopía, pero no una realidad, porque la unión sólo está en los papeles pero no en el corazón de todas las personas.

También hemos observado, después de conocer los resultados de las votaciones de todos los países, que se ha producido un cierto cambio en la ideología general, con una importante pérdida de presencia de las izquierdas y un fortalecimiento de la democracia cristiana, pero que no cambia en gran medida la fragilidad que ya teníamos antes de las elecciones, puesto que el grupo fuerte de los conservadores, más los “tories” británicos, los checos y los polacos no llegan a tener la mayoría absoluta. Otros partidos, aunque de escasa significación en cuanto a número de seguidores, aportan signos de ruptura o desvinculación y algunos, incluso, no ven con buenos ojos la unión, y se decantan por la fragmentación, como ocurre con los llamados euroescépticos, que prefieren recluirse en su propia parcela y quedarse al amparo de su cultura excluyente.

Resulta muy difícil olvidar el pasado de los pueblos, sea éste glorioso, brillante, tempestuoso, opulento, victorioso, oscuro, humilde o, incluso, sin historia, porque cada cual guarda un puñado de orgullo y unas gotas de odio o resentimiento. Encontrar la argamasa que pueda unir tanta diversidad será tarea complicada y lenta, pero no imposible, y hemos de tener la confianza de que llegará un día, feliz y luminoso, en que Europa sea un gran país sin barreras físicas, pero también sin fisuras mentales o espirituales. Por ahora, podemos decir con alegría que la Unión Europea ha sido capaz de traernos el más largo período de paz que se recuerda en nuestros pueblos, ya que las guerras, afortunadamente, han sido desterradas de nuestros territorios, aunque todavía contemplemos a nuestro alrededor la desgracia y el horror de los conflictos, disputas o enfrentamientos de otras gentes que se empeñan en resolver sus divergencias mediante el uso de las armas, que sólo traen devastación, miseria, dolor y muerte.

Aquella princesa fenicia que Asia la reclamaba en un sueño, pero que Zeus la llevó a Creta para que su gloria se extendiera por el continente al norte del Mare Nostrum, puede estar satisfecha, porque su nombre lo pronunciamos ahora con orgullo, porque a Europa la llevamos, la gran mayoría, en el corazón.

12 de junio de 2009

Luis de Torres

martes, 26 de mayo de 2009

LA ESPAÑA HERIDA

LA ESPAÑA HERIDA

Hace algunos días comencé a pensar en todas las desgracias que teníamos en España, las que habíamos creado nosotros mismos; es decir, los ciudadanos sin escrúpulos y con una ambición desmedida y los políticos sin visión de futuro y sin formación suficiente para dirigir con mano firme la nave del Estado, más aquella basura financiera que nos llegó del exterior, y a pesar de que busqué en mi mente alguna solución o remedio para nuestros males, no pude hallar nada satisfactorio, porque los problemas eran demasiado grandes y mi capacidad para resolverlos demasiado pequeña.

Mis pensamientos se deslizaron después hacia el campo poético, que siempre pone belleza, luminosidad y sosiego, aunque el trasfondo del tema sea triste y amargo, y mi mente fue hilvanando cuatro versos octosílabos, en los que no supe introducir ni una gota de alegría o esperanza, como se ve a continuación:

Esta pobre España herida
por codicia y corrupción
tiene difícil salida
de sus penas y aflicción.

Sí, tenemos una patria apenada y afligida, porque muchísimos de sus ciudadanos estamos siendo agredidos física y espiritualmente, porque ¿acaso no es una agresión física la pérdida del trabajo y de los medios de subsistencia? y, por otra parte, ¿quién puede poner en duda que no sea una agresión espiritual las actuales iniciativas, normas o leyes que van contra la vida y la moral?

Últimamente, a los españoles, o, al menos, a una buena parte de ellos, en la que me encuentro, se nos está llevando a la confusión, al desánimo, a la incredulidad, al malestar mental y a la duda sobre las supuestas bondades de la democracia. Ahora, cuando tenemos un problema económico muy serio y preocupante, y un paro disparatado, que afecta a trabajadores españoles y de otras procedencias, que debía quitar el sueño a nuestros gobernantes y sorberles el seso para encontrar soluciones, se nos está vendiendo el aborto libre como una actuación prioritaria y un derecho absoluto de la mujer, se está poniendo en tela de juicio a qué especie pertenece un embrión que se ha formado y se desarrolla en el vientre de una mujer, y se están buscando absurdas justificaciones médicas, jurídicas, científicas y de otro orden para privar de la vida, para asesinar a un ser humano indefenso e inocente, de forma supuestamente legal y no punible, para que salgan indemnes los que perpetran el delito, tanto la madre como las personas que la asistan en el terrible trance.

Me da igual lo que digan esos llamados expertos, porque sus informes son elucubraciones para dar cobertura aparentemente científica a las llamadas políticas progresistas de los gobernantes. La concepción y su desarrollo hasta llegar al alumbramiento no es una cuestión política, ni religiosa, ni filosófica, ni metafísica: Es, simplemente, una ley natural, y no caben distorsiones ni componendas. Y la vida que emerge con la unión del espermatozoide y el óvulo, o de la célula reproductora masculina y la femenina, desde el primer momento de la fecundación es una vida de la misma especie que tienen los progenitores y no es solamente un ser vivo sin saber a qué especie pertenece. Una vida que comienza en el vientre de una mujer es, sin lugar a dudas, una vida humana. Y así ocurre siempre en la naturaleza: Cada especie genera descendientes de su misma especie y no existe ninguna fase de esa nueva vida en que no se sepa a qué especie pertenece. Y a mayor abundamiento en la cuestión del aborto, que yo rechazo abiertamente, por considerarlo un atentado contra la vida, nos encontramos, asimismo, con la anulación de la patria potestad, al proponer en la futura ley que una menor pueda abortar sin contar con el permiso de sus padres. ¿A quién se le habrá ocurrido semejante despropósito?

También, dentro de nuestras desgracias, estamos viendo que la dimensión del Estado es cada vez más pequeña, mientras que el poderío de las Autonomías se hace cada vez mayor y más insolente. Parece que los españoles hemos olvidado la historia y queremos repetirla. Los musulmanes, que tuvieron una época de esplendor y fortaleza cuando estaban unidos y dependían del Califato de Damasco y, posteriormente, del Emirato y Califato de Córdoba, comenzaron su decadencia y debilidad cuando, a partir del año 1031, se disgregaron en Reinos de Taifas, que los cristianos supieron aprovechar adecuadamente para ir derrotándolos hasta lograr la total expulsión de los musulmanes del territorio español. Ahora estamos asistiendo al desarrollo de los Reinos de Taifas Autonómicos, que ni son islámicos ni son cristianos, y algunos no quieren ser ni españoles, y esta situación no puede conducir nada más que a la catástrofe, puesto que ya están aflorando disensiones y enfrentamientos entre algunas autonomías.

Y ahora, para colmo de males, hasta las más altas instancias jurídicas del Estado nos obsequian con decisiones que otros mortales, esos que no somos expertos en cuestiones legales, pero que deseamos contar con una justicia en estado puro, no comprendemos, ni entendemos, ni podemos admitir. Hace unos días, el Tribunal Supremo rechazó la inclusión de una formación política en la lista de partidos que podían acudir a las elecciones europeas, por estimar que ese grupo tenía connotaciones filoterroristas, y, días después, el Tribunal Constitucional sí admitió que la citada formación política se presentara a las elecciones europeas, dejando sin efecto los argumentos del Tribunal Supremo. Y los españoles nos preguntamos ¿cómo puede existir tan disparatado criterio en dos tribunales de tanta altura? ¿Por qué el mismo asunto es blanco para unos juristas y negro para otros? Creo que muchos españoles ni damos ni quitamos la razón a ninguno de los citados tribunales, quizá porque nunca hemos entrado en los laberintos del derecho y no sabríamos encontrar el camino hacia la salida, pero esos muchos, o muchísimos españoles, sí nos hemos quedado estupefactos, atónitos, sorprendidos y perplejos por esa increíble diferencia de criterio.

¡Pobre España nuestra! ¿Cuándo se curarán tus heridas?

26 de mayo de 2009

Luis de Torres

lunes, 11 de mayo de 2009

JUBILADOS Y CRISIS


JUBILADOS Y CRISIS

Durante estos tiempos tan revueltos e inestables, cuando el trabajo se ha convertido en un bien escaso, tanto o más que el agua, y el aumento en el número de desempleados parece que no tiene fin, y el temor se apodera de los que todavía conservan su puesto, parece que ningún político sabe qué hacer para resolver los graves problemas que estamos teniendo, excepto quejarse del contrario y hacerle culpable de todas las desgracias, a la vez que resalta su propia honestidad, capacidad, trabajo y visión de futuro, así como las medidas que propone y su conocido buen hacer.

En el fondo, la palabrería que utilizan se queda en agua de borrajas, pues la crisis sigue, las medidas anunciadas o puestas en práctica no frenan la descomposición de la economía ni, por supuesto, aportan nuevas energías, ni alegran el corazón de los españoles, ni hacen aflorar la inmensa cantidad de dinero que se generó con la especulación, que fue el principio de todos nuestros males, y que se colapsó por sí misma cuando los codiciosos acabaron con los incautos que estaban deseosos de comprar en la seguridad ¡vana ilusión! de que los valores de fincas, naves, casas y patrimonio inmobiliario de todo tipo seguirían ascendiendo sin cesar, lo que hacía vislumbrar un beneficio seguro, sin caer en la cuenta, por la insensata ceguera que había en el ambiente, de que en nuestro mundo nada es infinito, y ello sin considerar la carga de injusticia que existía en aquellas transacciones. Por otra parte, ni gobiernos ni políticos hicieron nada para cortar aquella especulación furibunda, que la veían como una economía en expansión, y que, en gran medida, la consideraban buena para nuestro país. ¿Es que nadie se dio cuenta de que aquella carrera disparatada no podía tener otro fin que caer en el abismo? Posiblemente sí, pero, o no se dijo, o no se hizo caso de la advertencia.

Ahora ya estamos en el abismo, o quizá todavía estemos cayendo, porque nadie sabe donde está el fondo, y después, cuando efectivamente hayamos llegado al fondo rocoso, “rock bottom”, como dicen los ingleses, y ya no se pueda descender más, entonces tendremos que aprender las técnicas de la escalada para subir a la cumbre desde la que caímos, o disponernos a morir.

Aparte de las anteriores reflexiones, continuamente me pregunto si alguien se acuerda de los jubilados y pensionistas, esas personas con mucha experiencia y bastante edad, que formamos un gran colectivo, que estamos sufriendo la crisis de manera muy destacada y que parece que ni formamos parte del entramado económico de nuestra nación ni se cuenta con nosotros. Sólo se menciona de vez en cuando que las pensiones pueden estar en peligro, y con ello lo que recibimos es el regalo del miedo, que parece ser lo único que quieren darnos.

En los últimos tiempos, algunos jubilados con deseos de reivindicar lo que se nos debe dar, y basados en leyes y proposiciones, nos hemos dirigido a las autoridades para pedir que se tengan en cuenta las siguientes normas y circunstancias:

Que se cumpla correctamente la Ley 40/2007, de 4 de diciembre, y en especial su Disposición adicional cuarta, donde se indica que, siempre que la edad que se hubiera tenido en cuenta para la aplicación de los correspondientes coeficientes reductores hubiera estado comprendida entre los sesenta y sesenta y cuatro años, ambos inclusive, se tendrá derecho a una mejora de la pensión con la condición de que se acreditaran, al menos, 35 años de cotización y que la extinción del contrato de trabajo del que hubiera derivado el acceso a la jubilación anticipada se hubiera producido por causa no imputable a la libre voluntad del trabajador.

En la citada situación nos encontramos miles de jubilados, cuyo contrato de trabajo fue extinguido anticipadamente por deseo expreso de la empresa y nunca como petición voluntaria del trabajador, a pesar de lo cual las mismas autoridades que promulgaron la Ley nos denegaron los beneficios que legítimamente nos corresponden, o simplemente no contestaron a nuestra solicitud, dando la impresión de que la citada Ley se hizo para la propaganda política pero no para cumplirla.

Asimismo, en el Registro del Congreso de los Diputados, de fecha 21 de febrero de 2006, se encuentra una Proposición no de ley, del Grupo Parlamentario Vasco, sobre la actualización de la cuantía de las jubilaciones anticipadas al cumplir los 65 años de edad
para remover una injusticia histórica que afecta a un importante colectivo de personas que ha sido objeto de preterición de derechos fundamentales y esenciales, al margen de su voluntad, particularmente el derecho al trabajo y a una cuantía determinada o predeterminada de pensión por actos de disposición en relación con los cuales no han prestado ningún tipo de consentimiento.
Esta Proposición no de ley fue aprobada por todos los grupos parlamentarios. Los votos emitidos fueron 310 y los votos a favor fueron, asimismo, 310.
Según este resultado, parece claro que la Proposición no de ley ponía sobre la mesa un asunto de absoluta justicia, y por eso hubo unanimidad en su aprobación, pero si la idea y las palabras eran buenas, correctas y justas, los gobernantes no quisieron secundarlas y la Proposición no de ley, hasta ahora, no se ha convertido en Ley, y, mientras tanto, cientos o miles de prejubilados han desaparecido, llevándose a la tumba la infamia y la injusticia que sufrieron con aquella ley que deducía el 8% de la pensión por cada año que la empresa, y no ellos, había querido anticipar su jubilación.

Ya se dijo en el Congreso de los Diputados que los prejubilados estaban sufriendo una injusticia histórica, que no se ha reparado, al igual que no se ha cumplido con lo preceptuado en la Disposición adicional cuarta, de la Ley 40/2007, de 4 de diciembre, lo que nos lleva a la conclusión de que los jubilados interesamos muy poco a los gobernantes, pero quizá esto sea un gran error, pues aunque muchos hayan dejado el colectivo, otros se seguirán incorporando, y siempre seremos una importante fuerza en nuestro país, no sólo para emitir votos, sino también para mover la economía. Ahora hacen falta medidas que puedan incentivar el consumo, y yo quiero proponer una que no será muy costosa, teniendo en cuenta las cifras de escalofrío que ahora se barajan para ayudar al sistema financiero o a las grandes empresas, y que traerá a nuestro país, como compensación, un incremento del consumo. La proposición consiste en que todas las pensiones que pague el Instituto Nacional de la Seguridad Social a jubilados y pensionistas mayores de 70 años queden exentas de su inclusión en la Declaración de la Renta, con lo cual se pondría en manos de miles de personas un pequeño aumento de sus ingresos, que, sin duda, mejoraría el consumo general de nuestra nación. ¿Acaso no merecemos los jubilados que alguna vez se nos atienda de forma efectiva, después de sufrir tanto desaire y desatención, cuando, además, supone un beneficio para nuestro país?

10 de mayo de 2009 - Luis de Torres

sábado, 11 de abril de 2009

L'AQUILA Y LA VIDA

L’AQUILA Y LA VIDA

El día 6 de abril de 2009 los italianos de la región de los Abruzzos recibieron en sus carnes y en sus almas la conmoción y el horrible zarpazo de un terremoto de fuerza 6,7 en la escala de Richter, y muy especialmente los habitantes de la ciudad de L’Aquila, ya que bajo sus pies estaba el epicentro, y en su vertical, y profundamente, el mundo infernal del hipocentro del seísmo, esa zona de horror donde las placas tectónicas van acumulando energía, pugnando por ser una más fuerte que la otra en su afán de avanzar, hasta que, sin posibilidad de seguir adelante, las grandes masas chocan entre sí, se fragmentan, se colapsan, o se elevan hacia la superficie, enviando en todas direcciones, como resultado del titánico y obstinado encuentro, poderosas ondas destructivas capaces de modificar la estructura subterránea y el paisaje de la superficie exterior.

La catástrofe que genera un temblor de tierra de inusitada intensidad, por mucho daño que produzca en edificios y monumentos, causa siempre mayor estrago entre la población, que, sin ser consciente de la amenaza, recibe la brutal sacudida sin haber tomado ninguna medida de protección. En cuestión de segundos se consuma la hecatombe, y entre las grietas de la tierra, los edificios destruidos, el polvo, el ruido del monstruo que se retuerce en el subsuelo y los gemidos y gritos de los heridos o sepultados, numerosos seres humanos han perdido su vida inesperadamente y su cuerpo, aún caliente y estremecido, se ha quedado roto y quieto en aquel escenario de destrucción y muerte.

Las gentes de L’Aquila, y de buena parte de su entorno, que hayan sobrevivido al bestial temblor, además de llorar por sus muertos o heridos, y por el daño que hayan sufrido en sus cuerpos o en su patrimonio, quizá hayan elevado su mirada al cielo y hayan musitado: ¿Por qué, Señor, por qué nos has mandado tanto dolor y pesadumbre? ¿Por qué, Dios Santo, nos has castigado de esta manera tan horrenda? Lo más probable es que no haya respuesta para tales preguntas. El hombre, ante desgracias tan tremendas, se siente débil, confuso, pequeño y sin futuro, no comprende lo sucedido, su mente está turbada y oscurecida, y aunque se queja a Dios, al mismo tiempo su humilde protesta también entraña una petición de ayuda a la divinidad.

Casi 300 muertos, más de 1.500 heridos, y un número enorme de edificios destruidos, es un golpe devastador. Pasarán muchos años antes de que todo se haya reconstruido, pero dudo mucho que las personas que hayan soportado pérdidas de sus seres queridos lleguen a olvidar la tragedia, por muchos años de vida que aún tengan por delante. El dolor de estos días se les quedará grabado en el corazón para siempre, y sus mentes pensarán, una y otra vez, cómo habría sido la vida si la furia del terremoto no les hubiera arrancado, a traición y sin motivo, a sus familiares, vecinos, o amigos. Quizá también piensen algunos hijos que hayan perdido a sus padres, o algunos nietos que hayan perdido a sus abuelos, que los que se han ido seguirán viviendo en ellos, como siempre ha ocurrido, que en las nuevas generaciones viven las precedentes, y que en esta cadena de la vida siempre hemos vivido en nuestros antepasados y seguiremos viviendo en nuestros descendientes.

He viajado varias veces a Italia, siento un gran afecto por este país, italianos y españoles hemos compartido buena parte de nuestra historia, y la hermosa lengua en que ahora escribo, derivada principalmente del latín que nos trajeron los romanos, es la mayor riqueza que nos llegó de Italia. Por todo ello, la tragedia de los Abruzzos me ha dolido especialmente, quiero enviar desde aquí mis sinceras condolencias a todos los italianos y espero y deseo que nunca más tengan que pasar por un trance tan doloroso y terrible.

Luis de Torres

10 de abril de 2009


domingo, 5 de abril de 2009

AQUEOS Y TROYANOS

AQUEOS Y TROYANOS

Cuando contemplo la desigualdad de pensamiento político, religioso, moral e histórico de los españoles, y observo que las encuestas y los comicios certifican ese dualismo hasta el extremo de que, aproximadamente, un cincuenta por ciento está en un bando y el otro cincuenta por ciento en el otro, y que el ascenso al poder sólo lo logra aquel colectivo que obtiene un puñado más de votos que su oponente, por casualidades de la vida, o por la veleidad de unos pocos ciudadanos, me queda el punzante dolor de corazón de comprobar que en nuestra patria seguimos teniendo lo que se ha dado en llamar las dos Españas.

Y esta reflexión sobre los españoles, esos seres que vivimos y nos movemos entre Portbou y Ayamonte y entre Finisterre y el Cabo de Gata, y que formamos la España plural e indivisible, pero que nos estamos empeñando en resquebrajarla, me ha traído a la mente la obra épica que Homero nos dejó bajo el nombre de La Ilíada, que relata el último año de la guerra de Troya, pero que no nos da a conocer su fin, ni siquiera la idea de construir un caballo de madera como estratagema para que los aqueos pudieran traspasar las puertas o la muralla de Troya, por lo que La Ilíada concluye con la muerte del príncipe troyano Héctor, hijo del rey Príamo, de Troya, a manos del héroe de los aqueos, Aquiles, hijo de Peleo, rey de los mirmidones de Tesalia.

En La Ilíada se mezclan la historia, la leyenda y los mitos religiosos y, debido a esta amalgama de hechos y situaciones, los guerreros aqueos y troyanos están sometidos a las órdenes, deseos, supersticiones, ambiciones y ansias de poder de héroes, reyes y dioses, pues también estos últimos, a pesar de su condición de inmortales, se implicaban en las luchas, desavenencias e ideas de los mortales y formaban, asimismo, dos bandos que daban protección y ayuda, según sus preferencias, a aqueos o troyanos.

Los partidos políticos en España tienen una cierta semejanza con lo que ocurría entre aqueos y troyanos, pues aunque tanto unos como otros estaban compuestos por guerreros procedentes de diversos reinos, islas, ciudades o tribus, cada aporte humano se aglutinaba en un bando de acuerdo con sus ideales, preferencias, ambiciones, o lealtad a Agamenón o a Príamo. En España nos pasa algo muy parecido, ya que los diferentes partidos, sean nacionales, nacionalistas, radicales, moderados, centristas, regionalistas o tradicionalistas, se sitúan al lado de uno de los dos grandes grupos políticos: las derechas o las izquierdas, aunque algunos utilicen el eufemismo de declararse de centro-derecha o de centro-izquierda; es decir, ni blanco ni negro, pero que no es una verdad absoluta, porque todos se alistan realmente en uno de los dos únicos bandos que existen.

Por otro lado, aunque La Ilíada es una gran obra literaria, la historia que nos cuenta está plagada de lucha, violencia, sufrimiento, dolor, sangre y muerte, y de descripciones detalladas de cómo cada guerrero, héroe o paladín quitaba la vida a uno de sus adversarios, de qué forma y por qué parte le atravesaba con el bronce de su lanza, o le cortaba el hilo de la vida con su espada, o le aplastaba el cráneo con una piedra, aunque llevara puesto el yelmo, y cómo dejaba al vencido para que la noche cayera sobre sus ojos y su alma se hundiera en el inframundo de Hades.

Bien es cierto que ni en el Congreso de los Diputados ni en el Senado nuestros representantes no llevan armadura ni portan armas, pero cada día libran su particular batalla dialéctica, en ocasiones con truenos y relámpagos, a juzgar por la fogosidad y dureza con que se atacan, y aunque a veces alguno de los contendientes sale mal parado como resultado de las andanadas que le han lanzado y no ha sabido esquivar adecuadamente, nunca llegan a ganar o a perder batallas, porque todo se queda en escaramuzas que apenas inclinan la balanza hacia un bando o hacia otro. Pasa como en La Ilíada, que después de luchar con denuedo día tras día, iba pasando el tiempo y ni los aqueos eran capaces de entrar en Troya ni los troyanos lograban empujar a los aqueos hasta el mar e incendiar su campamento y sus naves, y eso a pesar de que los dioses del Olimpo les ayudaban y les protegían, según la preferencia que tenían por uno u otro bando, rey, paladín o héroe.

Esos dioses que tanto se injerían o involucraban en las pendencias de los mortales, y que no dejaban de seguir atentamente la evolución de la guerra, eran parecidos a los medios de comunicación actuales, que toman partido por una tendencia política o por otra, se convierten en observadores minuciosos de lo que sucede, y no dejan de influir, a través de su poder de comunicación, en la vida de los españoles, para dirigir su rumbo y destino de acuerdo con sus apetencias, ideologías o intereses.

Los héroes principales que cita Homero, como Aquiles, Diomedes, Menelao, Héctor, Paris, o Eneas, por citar sólo unos pocos, son como los dirigentes de los partidos políticos, esos que ostentan la presidencia, o la secretaría, o la portavocía, que están en primera línea, que dan la cara en las batallas verbales, y que ocupan esos puestos de relevancia porque, al igual que los héroes de la guerra de Troya, tienen, supuestamente, virtudes, habilidades y valor por encima de sus compañeros de armas. Los restantes diputados y senadores forman el grueso de las fuerzas contendientes, se mueven generalmente en la retaguardia y sus hazañas son menores, oscuras e, incluso, inexistentes.

En todo este panorama de luchas cruentas, como en el caso de la guerra de Troya, o incruentas, pero igualmente aviesas, como en los enfrentamientos de diputados y senadores, siempre queda en un paisaje lejano el pueblo llano, ése que dicen que ostenta la soberanía y por el cual los luchadores salen a la palestra, pero que no es verdad, porque sea una o sea otra la facción que salga vencedora, siempre es el pueblo el que no decide, pero sí el que sufre y lamenta las mayores pérdidas. Troya finalmente fue tomada y saqueada, aunque este final no se narre en La Ilíada, y los troyanos que no combatieron, hombres y mujeres, o perdieron la vida, o la hacienda, o la libertad. Ahora,
en estos tiempos que nos ha tocado vivir, nuestros héroes políticos no han sabido ser ni buenos estrategas para dirigir con éxito la batalla económica, ni excelentes luchadores, como lo fue Aquiles, para ganarla, y como en el caso de Troya, el pueblo llano, esos hombres y mujeres que están en la retaguardia, cuyos nombres no tienen ni brillo ni popularidad, son los que en estos momentos de desánimo y crisis están perdiendo la hacienda, el pequeño negocio, el trabajo honrado, la salud, y puede que hasta la vida, porque cuando la desdicha y el dolor son demasiado grandes el corazón se cansa. Como en Troya, estamos siendo saqueados, y, como siempre, por los que tienen el poder y el dinero.

Luis de Torres

5 de abril de 2009

martes, 17 de marzo de 2009

ABORTO E HIPOCRESÍA




ABORTO E HIPOCRESÍA


A veces se encuentra uno con alguna noticia nauseabunda y nuestra mente tiene que hacer un gran esfuerzo para evitar el vómito. Una vez superada la primera náusea, el cerebro comienza a evaluar lo que ha oído o visto y enseguida se siente sumergido en una charca de lodo e inmundicia.

La reciente nota con que nos obsequiaron los medios de comunicación, informándonos que un Comité de Expertos del Ministerio de Igualdad había concluido un informe que sería la base para la futura Ley del Aborto fue, sencillamente, una noticia odiosa, detestable y aborrecible, porque esa futura ley, a juzgar por las propuestas que, al parecer, se contemplan en el informe de los expertos, será intrínsecamente perversa, y los futuros hechos que regulará, consentirá y amparará sólo se podrán catalogar de criminales.

La protección de la vida es el mayor derecho que tenemos las personas, y promulgar una ley para destruir la vida es repugnante, miserable y vil. Los llamados expertos se enzarzan en teorías, digresiones, disquisiciones y, supuestamente, sesudos estudios, para determinar cuándo la persona, después de la concepción, adquiere ese título, estatus o condición de persona, y todo ello para buscar una justificación que les libere de la carga moral que entraña la comisión del grave delito de quitar la vida a un ser que todavía está en el vientre de la madre.

Da igual la palabra que utilicen para referirse al ser concebido pero no nacido: embrión, feto o nasciturus, porque tan pronto como un espermatozoide fecunda a un óvulo, y ambos se abrazan, crean una nueva vida, surge un ser con todo el derecho a nacer, y ninguna persona, ni siquiera su madre, puede invocar un derecho o ley para terminar de forma violenta con la vida que ha surgido siguiendo las leyes inmutables de la naturaleza, que no son leyes religiosas, ni políticas, ni jurídicas, ni consuetudinarias. La concepción es el gran misterio de la vida y parece mentira que, sabiendo que todos procedemos de ese momento sublime, existan algunas personas empeñadas en quitar la vida a sus semejantes. ¿Por qué no piensan esas personas con ideas abortistas que sus madres respetaron la ley natural y por eso ellas llegaron a nacer?

El aborto, aunque se justifique de una forma o de otra, es un acto criminal, y, como tal, punible, porque es un delito contra la vida humana. No obstante, nuestras leyes ya contemplan algunos supuestos en que el aborto, sin dejar de ser un delito, está despenalizado; es decir, que no se castigará a la madre que se someta a tal horror, considerando, en un caso, que la concepción se produjo con violencia y sin consentimiento de la mujer, y que esta situación trajo a la persona agredida un tremendo trauma psíquico, o cuando, en otro caso, se descubre y se tiene la seguridad de que el ser no nacido todavía tiene graves deformaciones en su desarrollo.

Abrir una puerta al aborto libre, con la llamada ley de plazos, es una indignidad y una infamia, porque matar a un inocente es tan criminal si se hace en las primeras semanas de gestación como en una fecha posterior. Las mujeres que no quieran tener hijos, o no deseen tener más hijos, que tomen las medidas necesarias para evitar el embarazo, que las hay y son muy conocidas, para que no se produzca ese abrazo de óvulo y espermatozoide, pues llegar al aborto, por muy libre y legal que sea, siempre causará un profundo daño psíquico a la mujer, que vivirá con un remordimiento infinito cuando vea a otros niños jugando, riendo o hablando con esa gracia que tienen los pequeños cuando su vocabulario es todavía corto, y piense que ese hijo, al que quitó la vida violentamente, sin tener más culpa que haber sido engendrado, podía ser uno más entre aquellos niños que jugaban, reían, hablaban y rebosaban vida.

Por todo ello, se debe proscribir el aborto, por ser un atentado a las leyes naturales, y también el negocio derivado del mismo, y no promulgar leyes que amparen la destrucción y muerte de seres inocentes, que no es un derecho de la mujer ni es una demanda urgente de la sociedad.

Lo terrible de esta situación es que aquellas personas que piden el aborto libre y la despenalización del mismo son las que, generalmente, rechazan la pena de muerte, aunque ésta sea para aplicarla exclusivamente a aquellos que cometan los más execrables y abyectos delitos contra la vida.

¿A qué nivel de inmoralidad y vileza estamos llegando si nos oponemos a que se promulguen leyes tendentes a privar de la vida a los peores criminales y, sin embargo, no tenemos ningún reparo en que se estudien leyes conducentes a privar de esa misma vida a unos seres que no han cometido ningún delito, que son absolutamente inocentes, y a los que negamos defensa, amparo y derechos?

¡Cuánta hipocresía destilan las políticas progresistas, ésas que dicen que quieren lo mejor para todos nosotros, pero que están trayendo sombras, frío y desesperanza a ese futuro luminoso y cálido que todos esperamos!

Luis de Torres

17 de marzo de 2009

sábado, 21 de febrero de 2009

CADENA PERPETUA




Democracia, constitución, libertad, partidos políticos, elecciones, desarrollo, progreso, riqueza…Hermosas palabras que, hace más de treinta años, envolvieron la mente y el corazón de los españoles, llenaron de luz su futuro y les trajeron sueños de miel y de rosas, de vino dulce y de paisajes dorados.

Después de asimilar las primeras emociones de aquel nuevo período de nuestras vidas, todos nos dedicamos con el mayor afán a conducir nuestro destino hacia esa meta feliz que, sin duda, estaba a nuestro alcance, a la vuelta de la esquina, o en la ascensión del próximo peldaño de nuestra existencia.

Fue pasando el tiempo y las alegrías y expectativas que adornaban nuestras vidas se fueron difuminando, comenzaron a perder brillo, y un viento desabrido se llevó el verde de la gran esperanza y nos dejó el gris de la monotonía y de la duda. Quizá, en algún momento, un rayo de felicidad nos sacó de la rutina y nos insufló nuevos bríos. Pero, desgraciadamente, algo no iba bien en el transcurso de la vida española. Las hermosas palabras que revolotearon como blancas palomas a nuestro alrededor cuando nos llegó la democracia las empezábamos a echar de menos. ¿Qué estaba pasando? Y poco a poco comenzamos a ser conscientes, y a contemplar con preocupación, que algunos pilares de nuestros sueños se estaban resquebrajando. Hicimos un examen más detallado y vimos que la viga maestra, la jácena más fuerte e importante de nuestro edificio democrático, mostraba signos de ruina. Vimos, estupefactos, que la Justicia estaba enfermando, que la sangre que debía alimentar el orden, la rectitud, el buen hacer, la ecuanimidad y la imparcialidad ya no fluía con fuerza por las arterias jurídicas, porque algunas leyes, que son la fuente donde bebe la justicia, tenían lagunas, o eran ineficaces, o escasamente cumplían con el propósito para el que fueron promulgadas, o no tenían la debida proporción que debe existir entre delito y castigo.

Y ahora, durante estos últimos días los españoles estamos angustiados, preocupados, tensos y hartos de barbarie con la muerte violenta de la joven Marta del Castillo, como antes lo estuvimos con el asesinato de Mari Luz Cortés o de Sandra Palo, y también con tantas otras atrocidades mortales cometidas con alevosía y ensañamiento contra mujeres y hombres, que fueron tiñendo de sangre la tierra española y de dolor, de mucho dolor y muchas lágrimas, el corazón y el alma de innumerables personas de bien, que, afortunadamente, todavía pueblan nuestro país.

¿Puede alguien llegar a entender el sufrimiento de los padres, abuelos y demás familiares de Marta del Castillo, cuando, además de saber que fue asesinada, todavía no se ha encontrado su cadáver? Esa familia está soportando una situación terrorífica que les destroza la mente, que les oprime el alma y que lleva a su pecho un ahoguío insoportable. Todo el apoyo que les demos será poco, pues mucha es su pena y enorme su dolor.

Por eso, los españoles que tenemos los sueños rotos, que vemos que la democracia ya no tiene el resplandor que nosotros esperábamos, que contemplamos con desaliento la pérdida de muchos valores morales y que observamos con preocupación el declive que sufre la educación de los jóvenes, queremos despertar del letargo y con nuestras últimas fuerzas gritar a los cuatro vientos: ¡Queremos justicia, justicia total, desnuda, sin adornos ni componendas, con los ojos vendados, con la balanza bien equilibrada, recta y punitiva! Ya es hora de que nuestros políticos se decidan a enmendar los errores que se han estado cometiendo durante la democracia, y que estudien y promulguen leyes que defiendan y amparen mejor a los ciudadanos honrados y que, por otro lado, castiguen con mayor rigor, y siempre dentro de esa equidad de que el castigo ha de ser proporcional al delito, a los que se alejen de la ley y del orden y prefieran seguir el camino de la maldad y de la violencia.

Las leyes penales actuales no son suficientes para castigar en su justa medida a los que cometen el terrible delito de quitar la vida a sus semejantes, y muy especialmente cuando lo hacen con premeditación, alevosía, ensañamiento, engaño, traición, violencia u otras circunstancias igualmente reprobables.
La vida es lo más sagrado que tenemos las personas. Matar, por tanto, es el mayor delito que se puede cometer, y el castigo mínimo que se debe aplicar es la cadena perpetua.

Pedimos, por ello, que la cadena perpetua se vuelva a incluir en el Código Penal español, del que nunca se debió suprimir, y no pedimos nada extraordinario ni descabellado porque otros países, incluso dentro de la Unión Europea, la tienen establecida dentro de sus leyes penales como un castigo justo y proporcionado cuando se juzgan graves delitos contra la vida de las personas.

Luis de Torres

21 de febrero de 2009

domingo, 15 de febrero de 2009

BUY AMERICAN

BUY AMERICAN


Desde la llegada de Obama al poder he leído en algunas revistas la frase “Buy American” y, en algún caso, con la bandera estadounidense ondeando sobre las citadas palabras. Esto, naturalmente, es una recomendación, que no una imposición, del gobierno de los Estados Unidos para que sus ciudadanos compren productos elaborados o manufacturados en su país, con preferencia a los artículos procedentes de otras naciones. Buy American forma parte de las medidas puestas en marcha para atajar y desterrar la crisis, la depresión, el desempleo y otras calamidades con que nos está obsequiando la primera década del siglo XXI, y aunque estas dos palabras parecen tener lógica cuando hablamos de economía, puesto que pretenden defender y favorecer a la nación que las está utilizando, al verlas aparecer en el país más liberal del mundo, algo nos dice que se está quedando atrás la política tradicional de los EE.UU. y que está comenzando una nueva era, que puede significar un retroceso de las ideas hacia épocas de proteccionismo económico, o hacia un mayor intervencionismo del gobierno.

Aparte de estas disquisiciones, tanto si se usan las palabras “Buy American” como si se utiliza la frase “Compre productos españoles”, que ya fue sugerida por algún ministro del gobierno español, los ciudadanos de todos los países a los que se les recomienda que compren productos nacionales, podrían decir a sus respectivos gobernantes que pusieran en circulación un “slogan”, dirigido a los empresarios, fabricantes y elaboradores de productos de consumo, que dijera: “Produce better and sell cheaper” o “Produzca mejor y venda más barato”, porque la gente suele comprar artículos de procedencia extranjera porque su precio es inferior a los productos similares que se elaboran o fabrican en su propio país, dejando en un segundo plano la supuesta mejor calidad de lo autóctono. La economía particular es la primera que tenemos en cuenta las personas. La economía de la nación la dejamos en las manos de los gobernantes, aunque la confianza que depositamos en los mismos pueda resultar peligrosa.

Luis de Torres

sábado, 7 de febrero de 2009

INFLACIÓN / DEFLACIÓN

Ominosas palabras las que encabezan este trabajo. En el año 2008 la inflación se dedicó a devorar nuestros recursos y todos empezamos a alarmarnos. Pero en noviembre y diciembre del citado año el insaciable apetito de la inflación pareció moderarse, no sabemos si por causas naturales o porque alguien decidió, convenientemente, que el festín tenía que reducirse. Después, ya entrado el año 2009, comenzó a revolotear por los medios de comunicación otra palabra: Deflación. Y de nuevo nos sumimos en la alarma, porque, al parecer, si inflación nos trae problemas, deflación nos obsequia con problemas aún peores. ¿Por qué, me pregunté? Eché mano del Diccionario de la Lengua Española, para ver si me aclaraba la maldad de ambas palabras, y me encontré las acepciones siguientes referidas a la economía:

- INFLACIÓN: Elevación notable del nivel de precios con efectos desfavorables para la economía de un país.
- DEFLACIÓN: Descenso del nivel de precios debido, generalmente, a una fase de depresión económica o a otra causa.

Me quedé perplejo. La inflación era mala porque tenía “efectos desfavorables para la economía de un país”, y yo quiero añadir, y efectos particularmente desfavorables y adversos para los humildes, para los que sólo tenemos unos ingresos modestos.
Y la deflación también era mala porque se debía “a una fase de depresión económica”, y aquí también quiero añadir que esa depresión, que ya ha llegado a nuestras vidas, está dando terribles zarpazos a muchos trabajadores y a otros los tiene sumidos en la angustia y en el temor.

Entonces, ¿Qué debemos hacer para librarnos de esas dos palabras que nos traen daños, sinsabores y dificultades? Realmente, no lo sé, porque en la intrincada y globalizada economía mundial existen tantos intereses contrapuestos, tantas estrategias, tantas directrices y órdenes, tanta lucha financiera y tantas ambiciones, que resulta difícil, o quizá imposible, encontrar una solución que sea aceptable y buena para todas las partes. No obstante, tendríamos que empezar a considerar una política de equilibrio, desterrando la codicia, creciendo con moderación, poniendo algunas barreras al comercio y a las monedas (sin cercenar la libertad económica) y exigiendo a los políticos que no se vayan a los extremos, que acerquen posiciones, que piensen cuidadosamente lo que quieren hacer, y que no olviden que sus decisiones tienen que ser, fundamentalmente, buenas para todos los ciudadanos, sin distinción alguna, tanto para el presente como para el futuro.

Hubo un tiempo, en el remoto pasado, que los ciudadanos nada sabían de inflación o deflación y, naturalmente, no estaban ni alarmados ni angustiados por estos monstruos de la economía, pero quizá no estaban exentos de temor ni de problemas, porque en aquellas épocas pretéritas debían existir otras dos situaciones de desequilibrio: la extrema riqueza y la pobreza extrema, y mientras la primera situación la disfrutaban unos pocos, la segunda situación la padecían muchos, que es lo que ocurre ahora, que unos pocos crean el problema con su codicia y ambiciones y todos los demás sufrimos las consecuencias.

7 de febrero de 2009

Luis de Torres

sábado, 31 de enero de 2009

DESMESURA

Contemplando a mi alrededor los problemas derivados de la crisis económica que estamos viviendo, y sufriendo yo mismo, en mis carnes, los perniciosos efectos de esta situación, me puse a cavilar sobre las causas que nos han traído tantas desgracias, penalidades, angustias y temores, y cómo pudo ocurrir que, casi de la noche a la mañana, hayamos pasado de ocupar un puesto preeminente entre las naciones de la Unión Europea, como nos han dicho tantas veces los políticos que están en el poder, a encontrarnos ahora en uno de los últimos peldaños del ranking europeo.

Algunos, con toda seguridad, lo estuvieron haciendo mal y, al parecer, siguieron por el camino del error sin querer rectificar, y cuando el problema se ha convertido en un monstruo descomunal e indomable, esos que lo hicieron mal, lejos de reconocer su posible culpa, comenzaron a escudarse en motivos exógenos o en irregularidades de otras personas, con el propósito de derramar sobre muchos la falta o el delito de unos pocos.

Seguí dándole vueltas a la cabeza. ¿Dónde estaba la generación del problema? ¿Se había iniciado como una consecuencia lógica de la lucha continuada del hombre por avanzar en este mundo tan competitivo? ¿Se había gestado en la ambición y en la codicia? ¿Era el resultado de la paulatina pérdida de valores morales? Seguí con mis cavilaciones. Resultaba difícil aunar todas las posibles causas para hallar un desarrollo lógico del fenómeno que nos ha llevado a la crisis. Por fin, y casi sin darme cuenta, apareció en mi mente una palabra: Desmesura. Efectivamente, en este vocablo estaba el principal pecado que nos ha traído la actual hecatombe económica.

Porque desmesura fue la disparatada elevación de precios que se produjo con la entrada en el euro, y no porque el euro fuera intrínsecamente perverso, sino porque la perversión brotó de muchas mentes que vieron en el cambio de la moneda un camino para alcanzar la riqueza.

Porque desmesura fue lanzarse obsesivamente a la construcción de viviendas en cantidades que superaban con mucho las necesidades reales o estimadas, ya que la prudencia, la lógica y el sentido común se dejaron a un lado, o se borraron de la lista de virtudes humanas, para dejar paso a la locura de un rápido y espectacular enriquecimiento.

Porque desmesura fue fabricar más vehículos de los que razonablemente se podían vender en España o exportar al extranjero, porque aquí también se olvidaron de hacer cálculos reales sobre la capacidad de compra de nuestro mercado, y eventualmente de los mercados exteriores, y sólo se pensó, como en el sector inmobiliario, en lograr unos sustanciosos beneficios.

Porque desmesura fue la alegre concesión de préstamos hipotecarios para adquirir viviendas y vehículos por un importe igual o superior al valor objetivo de tasación del bien a hipotecar, cuando la buena práctica bancaria siempre había aconsejado no superar el 70 ó 75 por ciento del valor real. Sin embargo, el sistema bancario se contagió de la insensatez de la economía, quiso seguir obteniendo pingües beneficios, y comenzó a pisar terreno pantanoso, buscando el pasivo necesario para sus disparatadas inversiones fuera de nuestras fronteras.

Porque desmesura fue, y aún lo sigue siendo, permitir la invasión de inmigrantes más allá de lo necesario para nuestra economía, en vez de haber regulado la llegada de estas personas de manera que su entrada en España hubiera sido buena para nosotros y también para ellos.

Porque desmesura fue que las autoridades municipales, autonómicas y estatales se sumaran a la efervescente, pero peligrosa e imprudente, economía, y elevaran tasas sobre servicios o impuestos sobre actividades por encima de la inflación reconocida oficialmente, o dedicaran parte de sus recursos a proyectos innecesarios.

Porque desmesura fue, es, y será, tener la idea envenenada de que siempre hemos de crecer, crecer y crecer, sin darnos cuenta de que estamos en un mundo finito, que tiene límites, que es el único que tenemos, y que no podemos agrandar por mucha que sea nuestra ambición, pero que sí podemos destruir, y con él a nosotros mismos, si no asumimos la filosofía del equilibrio, la ponderación y la mesura en todos los órdenes de nuestra vida.

Y por si no fuera bastante la desmesura en que habíamos caído en España por nuestra obcecación en perseguir y adorar ciegamente al becerro de oro, de allende el océano nos llegaron las pestilencias financieras que, en principio, se nos presentaron envueltas en papel dorado y perfumadas con la más exquisita de las fragancias, y muchas mentes, supuestamente despiertas y expertas, cayeron en el engaño y les dieron gato por liebre, y, a su vez, extendieron el hedor de aquellos productos podridos y sin valor entre otras capas de la sociedad que vivían en la citada obcecación, o no tenían conocimiento o experiencia de los caminos peligrosos y torcidos de las finanzas.

Ahora sólo nos quedan los lamentos, los gemidos y las quejas, pero al contrario de los judíos que tienen su propio muro de las lamentaciones, que les conforta y les anima, nosotros sólo podemos lamentarnos en el vacío, porque ni tenemos muro, ni instituciones que nos escuchen, ni personas que nos alienten. Por ahora, sólo tenemos la esperanza de alcanzar un futuro mejor cuando las personas, los colectivos de cualquier clase, y los líderes, mandatarios y gobernantes sigan el camino recto de la mesura y el comedimiento, después de haber arrojado de su altar y destruido el becerro de oro.

Luis de Torres

30 de enero de 2009

jueves, 22 de enero de 2009

EL RAYO QUE NO CESA

En un periódico gratuito que me entregaron el día 16 de enero de 2009, pude leer lo siguiente: El BCE (Banco Central Europeo) recorta medio punto el tipo de interés. En tres meses se ha reducido en 2,25 puntos.

La noticia, a pesar de que ya había sido anunciada como una nueva actuación del BCE, volvió a molestarme y a parecerme una injusticia, aparte de la ineficacia que pueda tener en la resolución de la crisis española. Enseguida, mi mente recordó un libro de poemas de Miguel Hernández, el malogrado poeta oriolano, titulado “El rayo que no cesa”, y, en particular, un cuarteto de su poema No.10, que dice:

Tengo estos huesos hechos a las penas
y a las cavilaciones estas sienes:
pena que vas, cavilación que vienes
como el mar de la playa a las arenas.

Y aunque Miguel Hernández se refería a las penas y cavilaciones que le causaba el incesante rayo amoroso que le atormentaba, a mí el rayo que me duele y me lastima es un rayo destructor, que nada tiene de poético sino mucho de prosaico.

En efecto, las autoridades monetarias, en busca de una solución al problema económico que estamos padeciendo, provocado por la ambición, la codicia y la ausencia de moralidad de algunos de los grandes grupos financieros, y, además, en España, para mayor desgracia nuestra, por la especulación rampante en cuestiones de suelo y construcción, que ningún gobierno quiso poner coto, toman la decisión de ayudar a buena parte de los causantes del problema y a penalizar a todas las personas que hemos actuado correctamente, que hemos tenido como norma el ahorro, aunque fuera mínimo, que es la base de una economía sólida, pues con ese ahorro, debidamente canalizado por la banca, se hacen las inversiones que generan riqueza y trabajo, o se ayuda a la nación adquiriendo la deuda pública.

Sin embargo, las autoridades monetarias no tienen en cuenta que la solución de la crisis no puede pasar por machacar a los ahorradores, despojándoles de su justa remuneración por su esfuerzo ahorrador, y perpetrando la injusticia de castigar y dañar al inocente, como camino para reparar la hecatombe que han traído a la humanidad los poderosos en el manejo del dinero, así como los grandes dirigentes políticos, estos últimos por no haber sabido, o podido, o deseado frenar a tiempo la peligrosa manipulación de la economía.

El rayo que no cesa; es decir, la insensata rebaja de los tipos de interés, puede seguir aplicando su efecto destructor, pero continuará siendo una pobre solución, quizá una mayor inflación, y finalmente una desconfianza más acentuada en los poderes públicos, porque la democracia que malvivimos está más al servicio de los partidos que al del bienestar de los ciudadanos. Menos mal que éstos, sobre todo los más humildes, entre los que nos encontramos los trabajadores, funcionarios, jubilados y pensionistas tenemos los huesos hechos a las penas y a las cavilaciones nuestras sienes, como ya escribió en su día el gran poeta Miguel Hernández.

Luis de Torres

LA IMPORTANCIA DE LA INFORMÁTICA

Hace unos días llamé por teléfono a un taller oficial de reparación de automóviles para que me dieran una cita para revisar mi vehículo y, sorprendentemente, me dijeron que no podían darme la cita solicitada, de la misma forma que en otras ocasiones, porque su sistema informático estaba estropeado. Me rogaron que llamara más tarde, a ver si el problema ya había sido solucionado, pero cuando volví a telefonear la situación no había cambiado. Finalmente, cogí mi coche y me presenté en el taller y, además de disculparse por los inconvenientes surgidos, me prometieron hacer aquel mismo día la revisión solicitada, y cumplieron su promesa. Sin embargo, la hoja de recepción, el parte de trabajo y la factura que me presentaron al final de la jornada se hicieron a mano, pues a lo largo de todo aquel día el sistema informático no funcionó. Me fui del taller con la sensación de que habíamos retrocedido a comienzos de la segunda mitad del siglo XX, cuando los ordenadores personales, los populares PCs, todavía no habían llegado a nuestras vidas. Y es que la informática ha transformado de tal manera la forma de trabajar, de ordenar las labores, de acortar los tiempos, de hacer fácil lo difícil y hasta de hacer bello lo feo y desagradable, que cuando se enfrenta una persona, acostumbrada ya a la informática, a un documento hecho a mano, con una caligrafía mediocre, con unos números casi garrapateados y con unas alineaciones torcidas, siente instintivamente una sensación de rechazo por aquel documento, en el que ve vulgaridad, desorden y atraso.

Y como consecuencia de lo relatado anteriormente, me vino a la cabeza el problema que leí hace poco en los periódicos y que también pude ver comentado en la televisión: La falta de regulación oficial de los ingenieros de informática. Indagué un poco sobre este asunto y empecé a conocer normas tan extrañas para mí como la llamada Transposición de la Directiva de Servicios, como consecuencia de la cual se creó el Grupo de Trabajo Interministerial para el estudio y aplicación de la mencionada norma, pues, según parece, se pretende hacer homogéneas en todos los países de la Unión Europea las distintas leyes y disposiciones relativas a una misma materia, servicio o actividad. Visto así, si es que mi interpretación es correcta, resulta lógico que, dentro de la gran nación europea, como llegará a ser la presente Unión Europea, las leyes sean iguales en todos los territorios. Sin ninguna duda, un cambio de tal naturaleza tendrá que ser un parto muy doloroso, pues la criatura que nazca será robusta y de gran peso.

Pero siguiendo con mi pequeña y escasa investigación, me he encontrado con algunos aspectos que son difíciles de entender, y que vienen a demostrar, una vez más, que los intereses creados, el corporativismo, las luchas políticas, el ansia de poder, la intransigencia, la insolidaridad y otros demonios que se empeñan en romper el entendimiento, la buena voluntad, la equidad, la justicia en su estado primigenio y la lógica, ponen trabas para que todos los ciudadanos sean tratados por igual, a pesar de que nuestra Constitución, en su artículo 14, diga que todos los españoles somos iguales ante la ley.

Hago esta reflexión porque me he enterado de que los ingenieros informáticos no están teniendo las mismas prerrogativas y derechos que tienen otras personas con títulos universitarios diferentes. Y cuando yo pregunto por qué ocurre esto, recibo una respuesta incongruente y sin fundamento: Porque la profesión de ingeniero informático no ha sido regulada. Quizá sea porque es una profesión muy joven, pero esto no parece una razón suficiente, porque el propio hecho de que el Estado español conceda un título de grado superior entraña la obligación de que a esta disciplina universitaria se le concedan los mismos derechos, prerrogativas y acciones que a otras profesiones de igual rango, como pueden ser las de arquitecto, ingeniero industrial, ingeniero de telecomunicaciones, químico, abogado, médico, etc., por citar algunas profesiones bien conocidas. Por tanto, si la profesión de ingeniero informático no ha sido regulada todavía, pues hágase la regulación de forma inmediata, ya que mientras no se efectúe, existirá un agravio comparativo y una injusticia latente. En profesiones reguladas no se consiente el intrusismo, y, por tanto, no se concibe que la medicina la pueda ejercer una persona que no haya estudiado nada, o solamente algunas asignaturas, o que únicamente tenga experiencia como curandero, o que alguien pretenda defender una causa ante los tribunales de justicia habiendo estudiado solamente el primer año de Derecho, por muy buenas notas que hubiera obtenido, o que un proyecto para levantar un edificio de veinte pisos lo pueda redactar y firmar una persona que sólo hubiera estudiado en el bachillerato matemáticas y geometría, pues en todos estos posibles casos, y, por supuesto, en los relativos a otras profesiones, es condición “sine qua non” que la persona tenga una titulación universitaria oficial, concedida por el Estado y firmada por las autoridades académicas en nombre del máximo mandatario de la nación. Entonces ¿por qué se consiente el intrusismo en la profesión de ingeniero informático y el propio Estado pone trabas e inconvenientes a la debida regulación oficial de esta profesión?

Por otro lado, no sabemos para qué se creó hace relativamente poco el Ministerio de Igualdad, pues hay que pensar que no solamente sería para regular la igualdad de géneros; es decir, el mismo número de personas masculinas y femeninas en cualquier profesión, actividad o empleo, pues la igualdad y la ecuanimidad debe alcanzar a todos los órdenes de la vida, para que los derechos y obligaciones sean iguales para todos, y que no se produzcan aberraciones tan disparatadas como negar la regulación a los ingenieros informáticos, que tienen titulación superior, permitir el intrusismo sin ninguna limitación y devaluar alegremente una profesión cuyo estudio es tan duro, difícil, largo y complicado, si no más, que los que se cursan para obtener otras titulaciones, que sí están debidamente reguladas. Por eso, pido a la Sra. Ministra del citado Ministerio de Igualdad que se interese ya, sin más demora, por resolver el agravio que están sufriendo los ingenieros de informática, porque es algo que atañe directamente a su Ministerio.

Después de lo expuesto anteriormente, comprendo las quejas de los ingenieros informáticos y de los estudiantes de esta disciplina universitaria, y, además, pienso en el enorme peso específico que tiene esta moderna profesión. Recuerdo mi petición de una cita en el taller automovilístico y entiendo la tremenda dependencia que tenemos actualmente de los sistemas informáticos. ¿Alguien ha pensado que la musculatura más importante de la nación se mueve con los impulsos electrónicos de la informática? ¿Qué ocurriría si todos los ingenieros informáticos que son los guardianes, cuidadores, sanadores y reparadores de la informática se declararan en huelga y no funcionaran los sistemas? Posiblemente, sería una situación más allá del caos total. Alguien del gobierno tendría que pensarlo. No es bueno que exista una espada de Damocles pendiendo sobre nuestras cabezas.

Luis de Torres

22 de enero de 2009

domingo, 4 de enero de 2009

SIEMPRE SUFREN LOS MISMOS

Cuando escuché la noticia exclamé: ¿Cómo es posible? y continué con la siguiente pregunta: ¿De dónde saca el gobierno el 2,4% de inflación en el mes de noviembre de 2008?
Me pareció increíble; es decir, no creíble, que, después de vivir durante todo el año 2008 con una inflación muy elevada, ésta hubiera caído súbitamente al 2,4%, muy cerca de lo previsto por el gobierno. Luego recordé que el tipo de inflación de noviembre sirve de referencia para la actualización de las pensiones y, naturalmente, a menor tipo mayor ahorro para las arcas del Estado. Por eso, aunque parezca que soy mal pensado, por mi mente pasaron sospechas de que este tipo de inflación de noviembre había sido convenientemente manipulado por las autoridades, a las que quizá importe muy poco los problemas, las penurias y las dificultades de muchos jubilados y pensionistas, que, al fin y al cabo, son personas a las que queda poco tiempo para quejarse y que, además, son incapaces de unirse y formar un colectivo que, con sus votos, podría quitar o poner gobiernos.

Es cierto que durante noviembre y diciembre de 2008 han bajado los precios de los carburantes, pero no es menos cierto que el precio de los alimentos básicos no se ha reducido y se mantiene al nivel que alcanzó hace algunos meses cuando sufrimos una oleada de subidas injustificadas, pero que quisieron justificarnos con la elevación del precio de los cereales, por la gran demanda que había de los mismos para la fabricación del biodiesel, y también del pan, de los piensos, de la leche y sus derivados, y prácticamente de todos los productos que componen la cesta alimentaria. Y ese incremento de precios llevó a la inflación a moverse durante los primeros meses de 2008 a niveles superiores al 4%, llegando en marzo al 4,6% y en julio al 5,3%, que fue su cota más alta, y solamente en octubre se situó en el 3,6%. Estos porcentajes nos muestran que durante doce meses, de noviembre 2007 a octubre 2008, la inflación media fue superior al 4% o quizá al 4,3% ó 4,5%. Por tanto, hay que pensar que la actualización de las pensiones no se hace para que el pensionista o jubilado no pierda poder adquisitivo, pues presentarlo así es una falacia, ya que existe una evidente pérdida de poder de compra. ¿Quién va a resarcir a los pensionistas de la elevada inflación que han tenido que soportar durante prácticamente todo un año? Otra cosa sería si el gobierno, velando por el bienestar de los ciudadanos que dependen de una pensión, y en un acto de verdadera justicia, efectuara la actualización aplicando el porcentaje que resultara de hallar la media aritmética de la inflación publicada mensualmente durante los últimos doce meses.

Si no se va a hacer así, y no se piensa ni siquiera en modificar para el próximo futuro la norma vigente, pensionistas y jubilados seguirán siendo los grandes perjudicados, como ya les ha ocurrido recientemente con la bajada de los tipos de interés, que les ha dejado sin ese modesto ingreso que, en algunos casos, les proporcionaba el pequeño ahorro que, como hormiguitas previsoras, fueron creando peseta a peseta o euro a euro. El sufrimiento, por una causa o por otra, sigue siendo el patrimonio de los mayores.

3 de enero de 2009