jueves, 22 de enero de 2009

EL RAYO QUE NO CESA

En un periódico gratuito que me entregaron el día 16 de enero de 2009, pude leer lo siguiente: El BCE (Banco Central Europeo) recorta medio punto el tipo de interés. En tres meses se ha reducido en 2,25 puntos.

La noticia, a pesar de que ya había sido anunciada como una nueva actuación del BCE, volvió a molestarme y a parecerme una injusticia, aparte de la ineficacia que pueda tener en la resolución de la crisis española. Enseguida, mi mente recordó un libro de poemas de Miguel Hernández, el malogrado poeta oriolano, titulado “El rayo que no cesa”, y, en particular, un cuarteto de su poema No.10, que dice:

Tengo estos huesos hechos a las penas
y a las cavilaciones estas sienes:
pena que vas, cavilación que vienes
como el mar de la playa a las arenas.

Y aunque Miguel Hernández se refería a las penas y cavilaciones que le causaba el incesante rayo amoroso que le atormentaba, a mí el rayo que me duele y me lastima es un rayo destructor, que nada tiene de poético sino mucho de prosaico.

En efecto, las autoridades monetarias, en busca de una solución al problema económico que estamos padeciendo, provocado por la ambición, la codicia y la ausencia de moralidad de algunos de los grandes grupos financieros, y, además, en España, para mayor desgracia nuestra, por la especulación rampante en cuestiones de suelo y construcción, que ningún gobierno quiso poner coto, toman la decisión de ayudar a buena parte de los causantes del problema y a penalizar a todas las personas que hemos actuado correctamente, que hemos tenido como norma el ahorro, aunque fuera mínimo, que es la base de una economía sólida, pues con ese ahorro, debidamente canalizado por la banca, se hacen las inversiones que generan riqueza y trabajo, o se ayuda a la nación adquiriendo la deuda pública.

Sin embargo, las autoridades monetarias no tienen en cuenta que la solución de la crisis no puede pasar por machacar a los ahorradores, despojándoles de su justa remuneración por su esfuerzo ahorrador, y perpetrando la injusticia de castigar y dañar al inocente, como camino para reparar la hecatombe que han traído a la humanidad los poderosos en el manejo del dinero, así como los grandes dirigentes políticos, estos últimos por no haber sabido, o podido, o deseado frenar a tiempo la peligrosa manipulación de la economía.

El rayo que no cesa; es decir, la insensata rebaja de los tipos de interés, puede seguir aplicando su efecto destructor, pero continuará siendo una pobre solución, quizá una mayor inflación, y finalmente una desconfianza más acentuada en los poderes públicos, porque la democracia que malvivimos está más al servicio de los partidos que al del bienestar de los ciudadanos. Menos mal que éstos, sobre todo los más humildes, entre los que nos encontramos los trabajadores, funcionarios, jubilados y pensionistas tenemos los huesos hechos a las penas y a las cavilaciones nuestras sienes, como ya escribió en su día el gran poeta Miguel Hernández.

Luis de Torres

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