sábado, 2 de febrero de 2008

LA CONFABULACIÓN DE LOS CODICIOSOS

A principios de este siglo XXI, la mayoría de los españoles pensaba que el futuro sería mejor cuando llegara el euro, esa nueva moneda que se nos presentaba como un portento de virtudes, de poder, de bienestar y de unión entre los pueblos. La peseta con la que vivimos tanto tiempo, a través de monarquía, república, guerra civil, dictadura y democracia, era débil, vieja, caduca y sin futuro. Y con una alegría insensata e imprudente dimos la bienvenida al euro y despedimos a la peseta sin demasiada pena, aunque la recordamos todavía porque nuestra mente se desarrolló con esa moneda para poder comprender y asimilar el valor de las cosas.

No hay duda de que el euro lo crearon los hombres, esos que dirigen los destinos de las naciones, después de hacer innumerables cálculos cabalísticos, para dar a la nueva moneda un valor equiparable, en cada nación, al peso que tenía en cada estado la moneda que iba a fenecer.

Sin embargo, a juzgar por los hechos que se han venido desarrollando, y admitiendo que los creadores del euro pusieron toda su buena fe, candidez y prudencia, parece como si aquellos señores hubieran destapado, sin querer, la caja o el ánfora de Pandora, dejando que salieran grandes males para la humanidad, como son la codicia, la ambición, el egoísmo, la corrupción, etc., pues nadie podrá negar que la llegada del euro fue la coyuntura que vieron muchas personas para dar rienda suelta a su codicia y a su ambición, sin considerar que a sus conciudadanos los iban a convertir en víctimas de sus maquinaciones. Pronto, sin embargo, tanto trabajadores como funcionarios, así como pensionistas y jubilados, se dieron cuenta con horror de que los artículos que valían antes, por ejemplo, 100 pesetas, valían con la nueva situación un euro, y esta transmutación de valores se aplicaba sin ningún pudor en prácticamente todos los productos, servicios, contratación de trabajos, etc., y de esta manera los precios sufrieron en un corto período de tiempo un aumento entre el 50% y el 65%. Algunos llamaron a este fenómeno “el redondeo”, pero su verdadera denominación tendría que haber sido “el atropello, el abuso y el fraude”

Y como dicen que las desgracias nunca vienen solas, la codicia infectó a muchos sectores, en vista de la pasividad de las autoridades, y todos los ciudadanos que dependen de un sueldo o de una pensión vieron cómo sus ingresos se iban quedando más y más pequeños, o cómo resultaba casi imposible adquirir una vivienda con las desorbitadas subidas de precio que se estaban dando en la construcción. Y para justificar la desenfrenada codicia de todos los que se habían confabulado para hacerse millonarios en poco tiempo, se argumentaba que el petróleo había subido mucho, y eso era verdad, pero nadie decía que el petróleo lo pagan caro otros países, y, a pesar de ello, no habían alimentado la codicia en el mismo grado que los españoles.

Después, nos enteramos que con los cereales se estaba fabricando biodiesel, que podrá ser muy ecológico, pero que, de momento, no nos ha traído ningún beneficio y sí más problemas. Como faltan cereales, la especulación, o, como algunos dicen, la ley de la oferta y la demanda, ha subido el precio de los productos básicos, como el pan, la leche, la carne, los derivados lácteos, los productos que se elaboran con harinas, y otros muchos que se han cobijado bajo el paraguas del alza generalizada. Los sufridos ciudadanos, esos que no venden nada, y que dependen de sueldos o pensiones, se han encontrado con más subidas, que van desde el 14% al 26%, sin que tengan ni la más remota posibilidad de que sus ingresos se equiparen a sus gastos básicos.
Mientras tanto, los ricos son más ricos y los pobres son más pobres. ¿Y qué hacen las autoridades, además de nada, para corregir esta situación? Pues eso, nada. Es preferible, según parece, que la codicia y la ambición anden sueltas y no se las encierre, como antes estaban, en aquella mitológica caja o ánfora de Pandora.