sábado, 10 de mayo de 2014

EL PARO Y LOS ERRORES POLÍTICOS

Todos los días, para nuestra desgracia, los medios de comunicación nos abruman con las desagradables noticias del elevado índice de paro que tenemos en España, que se complementan con los encontronazos dialécticos de los políticos, pues mientras unos nos aseguran que el paro está bajando y que vamos por el buen camino, otros se obstinan en decir que el empleo no se recupera, que no se ponen en práctica las llamadas políticas activas de empleo, y que el gobierno nos está engañando.

En realidad, lo que ocurre es que ningún partido, sea de un color o de otro, defienda unas ideas u otras, podría resolver a corto plazo el gravísimo problema del paro, porque esta lacra ha llegado a nuestras vidas por el cúmulo de errores políticos que se han ido produciendo en el mundo occidental a lo largo de las últimas décadas, que no solamente afectan a nuestro país sino a muchos otros países que también luchan por salir del cenagal en que estamos metidos.

En la segunda mitad del siglo XX, una vez que se hubo dejado atrás la horrorosa contienda mundial que tanto daño causó a la humanidad, los políticos de entonces, quizá con buena voluntad, pero posiblemente con poca visión de futuro, comenzaron a pensar en planes, reuniones, asociaciones, tratados, acuerdos, etc. para levantar la economía de las naciones, reconstruir lo destruido, mejorar la industria, el comercio, la agricultura, la ganadería, las comunicaciones y la distribución, y todo aquello que nos condujera al estado del bienestar dentro de una paz general y consolidada, de la que tan necesitados estábamos todos. Sin embargo, aquellos políticos se equivocaron, u olvidaron algunos detalles importantes, y sus esfuerzos no nos trajeron la Arcadia Feliz.

Como resultado de aquellas primeras consultas y reuniones, en 1947 comenzó a gestarse en La Habana el GATT (General Agreement on Trade and Tariffs) o Acuerdo General sobre Comercio y Aranceles, que fue suscrito en sus inicios por 23 países, entre los que no se encontraba Alemania, ni tampoco España, por cuestiones meramente políticas, y en 1948 se inició la andadura para reactivar las economías de los países firmantes sobre la base de la reducción paulatina de los aranceles, según el principio de reciprocidad, y el alejamiento de la doctrina imperante en aquella época, fundada en el proteccionismo.

Durante más de dos décadas la reducción de aranceles pareció tener éxito, pero a partir de 1970 las reducciones alcanzaron niveles tan bajos que en los países occidentales se empezó a pensar en buscar fórmulas de protección a determinados sectores económicos que se estaban enfrentando a una mayor competencia en los mercados, pero, según parece, no se lograron soluciones satisfactorias y las cosas siguieron por el mismo camino hasta el año 1994 en que se acordó reemplazar el GATT por la OMC (Organización Mundial del Comercio), que comenzó a funcionar en enero de 1995 con 123 países asociados.

Aquellas ideas del libre comercio, del desarme arancelario y del fin del proteccionismo no fueron tan buenas como se había pensado, porque con el paso del tiempo se observó que se había roto el equilibrio entre las naciones y que no todas se estaban beneficiando de las medidas que, supuestamente, eran buenas para todas las economías.

Aparte de los tratados que pretendían homogeneizar el comercio internacional, aplicando tasas, impuestos, aranceles, normas antidumping u otras medidas, dentro del principio de reciprocidad, no parece que se tuvieran en cuenta otras circunstancias que subyacen siempre en la economía de las naciones, pues si no hay igualdad en factores como sueldos y salarios, existencia o no de seguridad social, cotizaciones a la misma si está implantada, subvenciones estatales, fiscalidad, horarios laborales y otras posibles normas que incidan sobre el desarrollo empresarial, se llega a una disparidad de precios en los productos a exportar, que se transmite al producto importado, aunque el arancel que se aplique sea igual para el vendedor como para el comprador.

Esta situación asimétrica se está dando desde hace muchos años y todavía no se ha corregido, ni parece que se vaya a corregir a corto plazo. Actualmente, muchos países asiáticos pueden producir sus artículos a precios muy por debajo de los que se dan en los países occidentales, y los aranceles con que están gravados, si es que existen, no equilibran la desigualdad de origen.

En España, donde no tenemos capacidad para producir artículos a muy bajo coste, estamos sufriendo la competencia de los países asiáticos y el mercado español está saturado de artículos de importación que están desplazando a las posibles producciones españolas similares o iguales a las que nos llegan del extranjero, y así, poco a poco, pero irremediablemente, estamos perdiendo cuota de mercado, que se traduce en cierre de empresas, desánimo para abrir nuevas industrias, y dificultad para reducir el paro, y esto último no es imputable en su totalidad a la acción política de los partidos, pues todos, de una u otra ideología, se encontrarían con el mismo problema estructural que tenemos ahora, derivado de unas políticas económicas equivocadas, o poco afortunadas, que han llegado a la vida de los españoles por nuestra pertenencia a la Unión Europea, y por habernos adherido al Euro, y, además, por si esta situación no fuera suficiente desgracia, por la corrupción casi generalizada que nos ha traído la democracia y por las políticas progresistas de la izquierda que han destruido buena parte de los valores morales.

Por tanto, hay que hacer una limpieza profunda y punitiva de la corrupción que nos rodea, hasta que no quede ni rastro de esta gran vergüenza nacional, se debe pedir a la Unión Europea que trate de modificar la política arancelaria internacional para estar más cerca del proteccionismo que de las normas del GATT o de la OMC, y que no se autoricen importaciones de artículos fabricados en origen bajo normas laborales e industriales que estén muy por debajo de las occidentales en cuanto a la remuneración y protección de los trabajadores y la calidad del producto ofertado. Si no queremos o no podemos modificar las leyes, normas y tendencias que están estrangulando nuestra economía, el paro seguirá siendo una maldición durante mucho tiempo, y ojalá que me equivoque.

Luis de Torres