jueves, 21 de marzo de 2013

AHORRADORES EN PELIGRO




La noticia se difundió con rapidez. Los grecochipriotas, esos seres que también pertenecen a la Unión Europea, por habitar la parte griega de la isla, desvinculada de la parte norte turcochipriota, iban a ser víctimas, más allá de toda lógica, de la locura y el despropósito, tanto de los dirigentes de esa mal llamada y malhadada Unión Europea, como de las autoridades chipriotas, que se están viendo obligadas a tomar decisiones injustas para intentar salir de la precaria situación financiera en que se encuentran.

La proposición que tanto revuelo causó en el ámbito europeo no era otra que gravar a los depósitos dinerarios con un impuesto o tasa, de tipo variable, en función de los saldos de las cuentas, con objeto de obtener unos ingresos que pudieran equilibrar, en cierta medida, la falta de liquidez del estado chipriota y, además, cumplir con las exigencias de las autoridades europeas, derivadas de la posible concesión de un préstamo de unos 10.000 millones de euros.

Este asunto, visto desde la frialdad de los tecnócratas financieros, parece aceptable y correcto, pero cuando se examina bajo la óptica de la ética, la lógica, la justicia y el derecho consuetudinario, no sólo en Chipre sino en la mayoría de las naciones, es un asalto inconcebible al orden establecido, un saqueo, un atraco y cualquier otra cosa que se pueda decir con relación a la injusticia, la imprudencia y la incompetencia de los gobiernos.

Tradicionalmente, y desde hace mucho tiempo, el dinero que se depositaba en una cuenta bancaria, a la vista o a plazo, era intocable, y nadie, aunque se tratara de banqueros o autoridades, podía disponer de ese dinero que, además de tener un dueño legal, se le suponía un origen lícito, honrado y correcto. Es más, los saldos que aparecían en las cuentas tenían hasta el carácter teórico de “sagrados”, por la inviolabilidad que se les atribuía.

Ahora, sin embargo, las autoridades que debían velar por el orden y el buen gobierno son las que cometen las trapacerías y abusos que dañan a los ciudadanos, sean éstos buenos o malos, cumplidores o defraudadores. ¿Dónde está la justicia? Si algunas personas ostentan la propiedad de depósitos que, supuestamente, tienen un origen ilícito, las autoridades son las llamadas a perseguir esas prácticas delictivas, porque es inaceptable que para corregir un problema que, posiblemente, fue causado por gobernantes, banqueros o especuladores incompetentes, ambiciosos o corruptos, los ciudadanos honrados tengan que cargar con una culpa que no tienen.

El impuesto o tasa que se pretende poner a los depósitos bancarios puede equipararse a una epidemia, porque las personas ven en esta desquiciada proposición un peligro de contagio, y que lo que ahora sufren los chipriotas pueda alcanzar a otras naciones europeas, por mucho que se nos diga que los demás estamos exentos del peligro, porque nuestras economías y finanzas no se parecen a las de Chipre. Una vez que se ha cometido una tropelía, los ciudadanos que estamos inmersos en la misma entidad política supranacional podemos estar, o ya estamos, alarmados y temerosos de que alguien quiera también implantar la ilegal quita en algún otro territorio de nuestra inestable Europa.

En tiempos pretéritos, aunque todavía cercanos, el ahorro se consideraba como virtud, que podía incluirse entre las virtudes cardinales de Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza, pero ahora ha dejado de ser virtud para convertirse en pecado capital, similar a la avaricia, y, por tanto, merecedor de ser castigado. ¡Qué cosas tan infames nos ha traído la democracia!

Menos mal que el Parlamento de Chipre ha rechazado el plan para gravar los depósitos bancarios. Ojalá que logren su propósito. Los restantes europeos se lo agradeceríamos.



Luis de Torres



20 de marzo de 2013