lunes, 29 de noviembre de 2010

LA VERDE ERIN

LA VERDE ERIN

Los poetas la llaman La Verde Erin y algunos la Isla Esmeralda porque el verde es el color predominante en su paisaje. Sin embargo, ahora este país que los españoles llamamos Irlanda, y los ingleses Ireland, y posiblemente Eire los propios irlandeses, no atraviesa por momentos poéticos ni es verde su futuro. Las noticias que nos llegan tienen el color plomizo del cielo encapotado y la música celta ya no alegra los corazones de los irlandeses, que están preocupados, desesperanzados y dolidos porque en su patria las cosas no se han hecho bien.

La recentísima historia de Irlanda tiene muchas similitudes con la de España. Es una historia de ambición, codicia, crecimiento desmedido, especulación, y torpeza financiera y política. Quizá se quiso emular a España en el avance espectacular del sector inmobiliario, o puede que sólo fuera un deseo de crecer en términos económicos generales para poner a Irlanda entre los países más destacados de la Unión Europea. La razón subyacente es algo que no se puede determinar con exactitud matemática, pero los resultados de la calentura inversionista sí los sabemos y han aparecido en la escena europea como un seísmo financiero de tal magnitud que ha estremecido hasta el colapso el orgulloso edificio irlandés, y ha dejado en la más profunda miastenia el vigor del “tigre celta”, que ya no ruge y está agonizando.

Y cuando la nación pasa de la euforia al desencanto, al conocerse la angustiosa situación actual, suenan las alarmas, el pueblo se escandaliza, no comprende lo sucedido, y no sabe quién es el culpable de la pesadilla. Ellos, los trabajadores, los jubilados, los pensionistas, los seres modestos y humildes, no habían traído tanta desgracia a su nación. Y llegó el momento en que se empezó a saber que los ambiciosos, los banqueros imprudentes y los políticos ineptos habían sido los causantes del problema. Todo era muy parecido a lo ocurrido en España, porque eran los mismos pecados y el castigo sería también de igual naturaleza.

Sin embargo, y para sufrimiento de los irlandeses, parece que el castigo puede ser mayor, aunque los españoles todavía no sabemos a qué niveles llegará nuestra pena, pues aún se están pidiendo más reformas y más medidas de ajuste para salir de la crisis, y ya sabemos que los políticos castigan más a los débiles que a las personas o entidades de mayores ingresos. En Irlanda van por el mismo camino, y, de momento, parece que con mayor saña contra el pueblo llano, pues las medidas que propone el gobierno irlandés van, preferentemente, contra los débiles; es decir, proteger a los poderosos y machacar a los humildes, que es la absurda e inicua injusticia que practican las democracias progresistas.

Las medidas propuestas por el gobierno irlandés comprenden, a grandes rasgos, lo siguiente:
Despedir a 25.000 funcionarios o trabajadores.
Reducir en un 12% el salario mínimo, que puede afectar a otros salarios superiores.
Incrementar el IVA desde el 21% actual (que ya es alto), al 22% en 2013 y al 23% en 2014.
Pagar un 6% menos a los nuevos jubilados.
Elevar la edad de jubilación a los 66 años en 2014, a los 67 años en 2021 y a los 68 años en 2028.
Subir las tasas universitarias en 500 euros.
Lograr una mano de obra más barata.


Por otro lado, el gobierno irlandés se niega a elevar el impuesto de sociedades actual, que está en el 12,5%, que puede considerarse como un agravio comparativo y una competencia desleal para otras naciones de la Unión Europea que gravan el impuesto de sociedades con tipos más altos. Además, el descomunal déficit público irlandés, cifrado en el 32% en 2010, se debe principalmente, según se nos dice, a las ayudas dadas a los bancos, estimadas en unos 50.000 millones de euros, ya que éstos estaban en una débil y precaria situación financiera. Sobre este particular, no se entiende cómo la banca irlandesa superó las pruebas de estrés que se practicaron a la mayoría de bancos europeos, cuando en Irlanda la situación financiera de la banca se podía catalogar de famélica.

Queda bien claro que, como en España, los vidrios rotos los van a pagar los trabajadores, jubilados, pensionistas y la gente humilde; es decir, los no culpables. Solamente el infame e injusto Impuesto sobre el Valor Añadido, que grava a ricos y a pobres de igual manera, se va a convertir en una pesada losa durante los próximos años para los irlandeses humildes, aparte de los recortes en salarios y pensiones, mientras que los empresarios seguirán teniendo, si la Unión Europea no arregla esta injusticia, un impuesto de sociedades muy bajo a través del cual no aportarán nada para la reconstrucción financiera de su nación.

Me temo que el río Shannon recogerá, a partir de ahora, muchas lágrimas de los trabajadores y jubilados irlandeses.

Luis de Torres

29 de noviembre de 2010



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