sábado, 6 de diciembre de 2008

¿CONSTITUCIÓN O INTOLERANCIA?

En los últimos días hemos conocido dos sucesos que han levantado un gran clamor entre una buena parte de los ciudadanos españoles: La negativa de colocar una placa en algún lugar del Congreso de los Diputados en recuerdo de la monja española María Maravillas Pidal y Chico de Guzmán, que había nacido en un inmueble de Madrid cuyo sitio está ocupado ahora por las dependencias del Congreso y, por otra parte, la sentencia del Juzgado de lo Contencioso Administrativo número 2, de Valladolid, que ordenaba retirar los crucifijos de un colegio público, alegando conculcación de derechos fundamentales consagrados en los artículos 14 y 16.1 de la Constitución Española.

En ambos casos se observa la implantación de la política progresista del actual gobierno, que muchos españoles la entendemos como la política destructora de las tradiciones, costumbres, religiosidad e historia de nuestra patria. A la monja María Maravillas Pidal, con la colocación de la placa, no se la quería recordar por el simple hecho de haber nacido en un determinado sitio de Madrid, sino porque había dejado una huella en nuestra historia reciente por su buen hacer entre las gentes de su época, y este reconocimiento se quería plasmar en el sitio donde nació, como se hace en otras muchas ciudades de todo el mundo, donde se recuerda que algún ciudadano sobresaliente nació, vivió o murió en aquel lugar.

Y en cuanto a la retirada de los crucifijos, algunos políticos, y también algún juez, siguen confundiendo aconfesional con laico, pues en el artículo 16.3 de nuestra Constitución se dice: “Ninguna confesión tendrá carácter estatal”; es decir, el Estado Español será “aconfesional”, que no laico, pues si lo fuere, no se podría haber incluido en el citado artículo 16.3 lo siguiente: “Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones.” Esta obligación explícita que tiene el Estado Español anula y deja sin efecto el supuesto estado laico.

También parece que los políticos olvidan la historia, no solamente de España sino de toda Europa y de los países que recibieron la cultura, la lengua, las costumbres y la influencia de los europeos. Y esa historia europea, tal y como la conocemos ahora, aunque a algunos no les guste, se forjó con el cristianismo, sea éste ortodoxo, católico o protestante, y los europeos debemos sentirnos orgullosos de haber forjado una cultura que ha dejado una impronta imperecedera en todo el mundo; cultura que se generó con las ideas y la moral que trajo la religión cristiana, después del colapso del imperio romano. Sin embargo, el cristianismo, como doctrina superior a las que había tenido anteriormente la humanidad, no quiso destruir sino incorporar a su cultura lo bueno que habían tenido otras civilizaciones, especialmente la greco-romana, y asimiló avances tan importantes para los europeos como el latín y el griego, el derecho romano, la arquitectura, el teatro, las artes, etc., logrando un sincretismo que, con el paso de los siglos, dio forma indestructible a la Europa cristiana que ha llegado hasta nuestros días, que debemos conservar para nuestro bien y el de las generaciones futuras.

Los que quieren ir por el camino del laicismo y el relativismo, e imponer estas creencias al resto de la humanidad, sólo lograrán la desunión de los pueblos, el enfrentamiento fraternal y el malestar espiritual y material de las personas, porque las raíces cristianas están tan profundamente establecidas que será muy difícil desarraigarlas, y si el desarraigo llegara a producirse, quizá nos enfrentáramos al desastre, el desorden y el caos.

Por el camino que vamos me asusta pensar que algún iluminado, en nombre del laicismo, además de quitar los símbolos religiosos de escuelas y centros públicos, cayera en la cuenta de que también había que quitar el numeral correspondiente al año, porque la cifra tiene una derivación claramente religiosa y cristiana, puesto que no hay que olvidar que los años los contamos a partir del nacimiento de Cristo.
6 de diciembre de 2008
Luis de Torres

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