PREMIO NOBEL PARA LA UNIÓN EUROPEA
Cuando
me enteré, a partir del día 12 de octubre de 2012, que la Unión Europea había
sido galardonada con el Premio Nobel de la Paz, me quedé perplejo y me pregunté
¿Por qué se ha tomado esta decisión? Y después de meditar durante un buen rato
sólo hallé una respuesta que estuviera en consonancia con la concesión del
premio: Si la paz se puede considerar como la ausencia de la guerra, hay que
admitir que, afortunadamente, desde hace ya algunas décadas, en la mayor parte
de los países que conforman la Unión Europea ya no se oye el estruendo de los
cañones, ni el brutal estallido de las bombas cuando, después de desprenderse
del vientre de los aviones, alcanzan su objetivo, ni se ven las llamaradas de
los edificios incendiados y convertidos en escombros, ni se escuchan los
alaridos, lamentos y llantos de los heridos, ni los campos y colinas de la
bendita madre tierra, ni sus arroyos y sus ríos, se tiñen de rojo con la sangre
de los soldados y civiles muertos, la mayoría en la plenitud de su vida,
destruida y rota por la insensatez y locura de los hombres. Si es por todo
esto, habrá que dar la bienvenida al Premio Nobel de la Paz, pues la guerra de
la destrucción y de la muerte ya no ensombrece nuestras vidas. Pero la paz es
algo más que la ausencia de la guerra.
Ahora,
cuando ya tenemos lejos la última hecatombe bélica, miles de personas en
nuestra querida Europa no tienen la paz espiritual, mental y material que
cabría esperar que se tuviese en tan extenso territorio, cuando ya se ha desterrado del mismo la
costumbre de resolver por las armas las desavenencias de los pueblos.
Desgraciadamente, la falta de trabajo, la desigualdad entre países, los
vaivenes a que está sujeta la moneda principal de Europa, que también afectan a
las monedas de otros países no integrados todavía en el Euro, las discrepancias
entre los políticos, su dudosa honradez en algunos casos, el incierto futuro
que se vislumbra para las nuevas generaciones, la continuada invasión de
inmigrantes, la crisis económica y financiera que forjaron, consintieron o no
supieron corregir a tiempo algunos
gobiernos ineptos, corruptos, ambiciosos o egoístas, y otras desmesuras y
equivocaciones, han traído a muchos europeos la inestabilidad, la preocupación,
el sufrimiento, la angustia existencial, y hasta la pobreza y el llanto. Y este
panorama dista mucho de ser la consecuencia de la paz.
29
de octubre de 2012
Luis de Torres
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