viernes, 23 de noviembre de 2007

HISPANIDAD

Tengo excelentes recuerdos de mis viajes a países iberoamericanos, no sólo de los paisajes, ciudades, pueblos y tradiciones de aquellas tierras, sino también de sus habitantes. Sin embargo, me molesta, me duele y no comprendo que un mestizo pueda hablar mal de España o de los españoles. Puede ser, o quizá no haya duda, que nuestros antepasados, los conquistadores, cometieran atropellos y fechorías, además de llevar nuestra lengua, religión, cultura, costumbres, sangre y bastantes otras cosas buenas. Pero ¿cómo es posible que un mestizo se queje de España, de nosotros, o de los españoles que fueron a América?
¿Es que no se da cuenta ese mestizo que él no existiría si los españoles no nos hubiéramos embarcado en la empresa colonizadora de América y no hubiéramos unido nuestra sangre a la de los indígenas americanos? Cada persona es un ser único e irrepetible que ha llegado al mundo después de infinitos intercambios genéticos.
¿Quién es capaz de saber dónde empieza su árbol genealógico y cuántos injertos ha tenido?
Recuerdo con especial emoción una poesía que oí recitar en una reunión folklórica en Yucatán, que se refería a “unas gotas de sangre española”, las cuales habían aportado a la sangre indígena virtudes, reciedumbre, arte, caballerosidad, fortaleza, cultura, sentimientos y nobleza, que dieron como resultado un pueblo mejor. Aquella poesía fue un canto sublime a España y al mestizaje, que había recibido las virtudes y los valores españoles. Nuestros antepasados también sufrieron invasiones, y, con ellas, sufrimientos, humillaciones, muerte y destrucción. Los romanos, por citar solamente un pueblo invasor de la península ibérica, venían con sus legiones y con la espada en la mano, pero nos trajeron la base de nuestra hermosa lengua, leyes justas que aún perduran, enseñanza para hacer grandes obras, y la unidad de Hispania, y yo nunca me quejé de los romanos, viéndolos desde la perspectiva que da la historia y el tiempo, sino que les agradecí lo bueno que nos trajeron, sea yo un celtíbero sin mezcla, o un mestizo de celtíbero y romano.

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