Cuando
a los españoles se nos ofreció, a partir de las 23 horas del día 25 de mayo de
2014, el resultado de las votaciones para elegir representantes al Parlamento
europeo, posiblemente muchas personas quedaron momentáneamente sorprendidas,
extrañadas o confundidas, porque las cifras que aparecían en los medios de
comunicación no se correspondían con las expectativas que cada uno tenía en su
mente, según sus ideas políticas, sociales, religiosas, de cambio, o de
continuismo.
Sin
embargo, lo que realmente había sucedido no se podía considerar como una
sorpresa, pues el cataclismo que afectó a las dos formaciones políticas más
importantes de España fue el justo y correcto resultado de la desafortunada,
equivocada y nefasta gestión de los políticos de ambos partidos, no solamente
durante el período de propaganda electoral sino, preferentemente, a lo largo de
los años que los socialistas estuvieron en el poder, o durante el tiempo que
los conservadores están ocupándolo, pues si las izquierdas no pusieron o no
quisieron poner orden en el desbarajuste económico y financiero que nos llevó a
la crisis actual, las derechas se olvidaron de sus promesas electorales, que en
gran medida siguen sin cumplir, y, además, cargaron sobre las clases baja y
media, que no eran culpables del problema, la mayor parte del peso de las
reformas, recortes, impuestos y sacrificios.
Ahora,
aparte de las lamentaciones que se oyen en ambos partidos, que han perdido la
hegemonía política española que tuvieron antaño, pues entre los dos no superan
el 50% de los votos, se dedican a comentar que se hace precisa una reflexión o
un análisis para orientar su actuación futura y recuperar los votos perdidos o
el apoyo que anteriormente les daban los ciudadanos, pero los que votamos, los que
nos hemos visto defraudados, no queremos reflexiones ni análisis después del
descalabro, pues los políticos que han quedado en tan precaria situación saben
perfectamente la causa de sus desdichas, que no pueden imputar al desafecto de
los votantes sino a sus errores de gobierno y a las decisiones que tomaron sin
tener en cuenta a los ciudadanos. Por eso, a partir de ahora, si no quieren
tener más infortunios, deben cuidar que sus acciones políticas sean correctas,
justas y sin dilación indebida, que se practique una mejor aplicación de la
justicia; es decir, que se castigue con rigor al delincuente y se proteja al
inocente, que se persiga sin descanso y se sancione con dureza a los corruptos,
y que se defienda más y mejor a los españoles en general que a las ideas
partidistas en particular.
Y
puesto que las pasadas elecciones se tuvieron que celebrar en todos los países
que formamos la Unión Europea, no debemos olvidar lo que piensan y hacen otros
ciudadanos europeos, que también mostraron su enfado por la forma en que sus
políticos estaban gobernando sus naciones, y, a propósito de este comentario,
hemos de tener presente lo sucedido en Francia, donde el partido de ultraderecha
Frente Nacional, dirigido por la enérgica y decidida Marine Le Pen, ha obtenido
el 26% de los votos y se ha convertido en la fuerza política más votada en
Francia, habiendo dejado a su espalda a los conservadores y a los socialistas No
hay duda, por tanto, que una gran parte de franceses no quiere seguir con las
políticas actuales, a pesar de que Francia tiene un porcentaje de desempleo muy
inferior al de España, el pensamiento político de nuestros vecinos de allende
los Pirineos se ha decantado desde hace mucho tiempo por las ideas de izquierda,
y porque a todos nos parecía increíble que una gran parte del electorado
francés aceptara y quisiera buscar el amparo de la ultraderecha. Sin embargo,
lo impensable ha sucedido y en tal medida que no queda más remedio que pensar
que los políticos que tenemos ahora no lo están haciendo bien, o, lo que es
peor, que lo están haciendo rematadamente mal, porque no es solamente Francia
la que ha puesto el grito en el cielo, pues también en España y en otros países
los ciudadanos han rechazado, en mayor o menor medida, la gestión de los
partidos que han venido ocupando el poder
La
destrucción de la Unión Europea, la desaparición del Euro, el cierre de las
fronteras, la recuperación de la soberanía nacional perdida en el laberinto de
Bruselas, el férreo control de la inmigración, el creciente euroescepticismo,
etc. etc. son parte de las medidas que preconiza la ultraderecha francesa, a la
que pueden unirse grupos políticos de similar ideología que ya existen en
Holanda, Bélgica, el Reino Unido, Austria y Suecia. Los europeos ya no pueden
soportar las democracias endebles ni las políticas progresistas, y las personas
que ahora ostentan el gobierno de las naciones tienen forzosamente que hacer
otra clase de política, ya que, de seguir por el mismo rumbo, se les puede
hundir el barco.
Quien
siembra vientos recoge tempestades.
Luis
de Torres
1
de junio de 2014