EL
DESVARÍO CATALÁN
En
mi anterior artículo, que titulé “Los equivocados caminos de España”, señalaba
yo que la Constitución Española se había convertido en la Caja de Pandora, pues
con su aprobación y puesta en vigor se desataron todos los males, desgracias y
sufrimientos que ahora tenemos los españoles. Con la Constitución se rompió la
unidad de España, y aunque los creadores de este importante documento
posiblemente no pensaran en que el texto que estaban concibiendo pudiera
desembocar en tanto desbarajuste como tenemos ahora, lo cierto es que no
acertaron en su redacción, que no tuvieron visión de futuro, que no
vislumbraron los enemigos que podíamos tener y que pensaron que todos éramos
buenos y que nos íbamos a comportar como excelentes ciudadanos amantes de
España.
Pero
no solamente los Padres de la Patria se equivocaron, sino que buena parte de
los españoles también incurrimos en el error y respaldamos con nuestros votos
la Carta Magna, quizá porque pensamos que estaba bien hecha, y porque iba a ser
buena para todos, aunque lo más probable es que la aprobamos porque no la
habíamos leído, o sólo teníamos vagas referencias de su contenido, o porque
todavía no estábamos avezados a los vericuetos de la democracia, por donde es
muy difícil transitar.
Y
ahora, cuando tenemos gravísimos problemas sociales, económicos y financieros,
y casi todos los españoles estamos preocupados, taciturnos y dolidos por lo que
nos está pasando, un gobierno autónomo español, que existe porque así lo
autorizó la Constitución Española, pero que debe ajustarse a la misma, se
quiere salir de la españolidad, abrazar la catalanidad e independizarse de
España, alegando con inaudita arrogancia que la secesión que pretende este
gobierno se deriva del deseo de los catalanes de no ser españoles, y de la
mejora que tendría el pueblo catalán desligándose de España. Sin embargo, no se
dice que los supuestos defensores de la independencia sólo representan un
pequeño porcentaje del pueblo catalán, quizá no más del 20%, y que el restante
80% no es nacionalista y no se ha pronunciado a favor de la tan aireada y
cacareada independencia, ni tampoco se mencionan los insufribles problemas que
se derivarían de una Cataluña aislada y que recaerían sobre sus ciudadanos. Cataluña
es ESPAÑA, una región más de nuestra patria, y de nada sirven esos carteles en
idioma inglés que los antiespañoles ponen en algunos sitios, negando la
españolidad de Cataluña, pues Cataluña, Catalunya o Catalonia ha sido, es, y será siempre, España, Espanya
o Spain.
Pero
aparte de todas las anteriores disquisiciones, hemos de tener en cuenta que si
la Constitución Española fue la causa de los actuales males, también en el
citado documento se señalan las pautas a seguir cuando una Comunidad Autónoma quiera
imponer su delirio, su fantasía, su quimera o su desatino, quebrantando las
leyes españolas, y el Gobierno de la nación vendrá en la obligación ineludible
de activar el Artículo 155, del título octavo, e incluso, si fuere necesario,
activar, asimismo, el Artículo 8º, del título preliminar.
El
Presidente del Gobierno español nos dice que está dispuesto a dialogar, y nos
parece bien, pero siempre que el diálogo se tenga con todas las autonomías, que
es tanto como decir con todos los españoles, pues todos debemos tener los
mismos derechos y obligaciones, y ninguna autonomía, o región, o provincia,
debe recibir un trato especial de favor, de complacencia, de reconocimiento
singular de derechos, fueros, concesiones históricas o de otro tipo, y mucho
menos para apaciguar las ilegales e insolidarias pretensiones de los díscolos.
Luis
de Torres
23
de septiembre de 2012