sábado, 31 de diciembre de 2011

VIVIR EN DEMOCRACIA

Hubo un poeta mejicano, llamado Francisco Alarcón de Icaza, que se enamoró de Granada, y dejó para la posteridad los versos más hermosos para ensalzar la belleza de la citada ciudad andaluza:

Dale limosna, mujer,
que no hay en la vida nada
como la pena de ser
ciego en Granada.

Y, efectivamente, Granada cristiana y mora, de monumentos grandiosos y montañas blancas y altivas, de historia y de leyenda, hay que verla y gozarla con la vista y el corazón. Por eso, el poeta mejicano aseguró que la ceguera era la gran desgracia de una persona que viviera en Granada. Posiblemente, aquel ciego oiría sus campanas, escucharía las palabras de la gente, el murmullo de las aguas del Darro y el Genil, sentiría en su cara la brisa fresca de la montaña y gozaría de los aromas y olores de sus flores, de sus árboles y de la tierra húmeda. Pero no podía ver Granada…

Recordando estos versos sobre Granada, se formaron en mi mente otros versos que también entrañan la pena de no tener, de no ver y de no vivir lo que tanto hemos ansiado y deseado. Y mis versos quedaron así:

Dame paciencia, Señor,
para aguantar la desgracia
y soportar el dolor
de vivir en democracia.

Lo que se expresa en mis versos puede parecer una barbaridad, pero no es menos cierto que la democracia la recibimos, en su día, con una aureola de rutilante belleza, grandes virtudes, libertad bien entendida, igualdad para todos, futuro prometedor, bienestar material y serenidad espiritual, pero todo esto, con el paso del tiempo, y la equivocada gestión de buena parte de nuestros gobernantes, ha ido perdiendo brillo y ahora la democracia ya no es tan hermosa y deseada como cuando terminó la dictadura. Por eso, en estos tiempos se habla de regeneración democrática, para volver a vivir las bondades y virtudes perdidas, que, contrariamente a lo que le ocurría al ciego, que no podía ver Granada porque sus ojos no se lo permitían, nosotros no podemos sentir la democracia porque nuestro corazón y nuestra mente, que no nuestros ojos, no están llenos e inundados de los valores democráticos que tanto soñamos.

Ayer, el nuevo Gobierno dictó normas y reformas para intentar mejorar nuestra situación económica y financiera, y quizá todo se haya hecho con la mejor buena fe e intención. No obstante, subyace un error que ensucia la democracia: Los problemas los tenemos que pagar todos, los inocentes y los culpables, y posiblemente en mayor medida los inocentes, esos que se denominan la clase media, que no crearon los problemas, pero que los sufrieron y los siguen sufriendo. Y los culpables existen, y todos sabemos o intuimos quiénes son, pero nadie se atreve o quiere juzgarlos. Parece que no todos somos iguales ante la ley.

Los jubilados van a tener una mísera subida del 1%, y habrá que decir que menos da una piedra. Pero yo sí quiero decir que hace dos días fui a comprar una caja de leche desnatada y había tenido una subida del 4%. Es la leche que compran muchos jubilados, y seguirán apareciendo muchas otras subidas, y los inocentes viviremos en una constante pérdida del poder adquisitivo y, además, pagando los desmanes de los culpables.

Luis de Torres

31 de diciembre de 2011

domingo, 25 de diciembre de 2011

CONFIANDO EN EL FUTURO

Ya tenemos nuevo Presidente del Gobierno y también los Ministros que deberán llevar adelante la regeneración y el orden en la democracia, la economía, las finanzas, el entramado social del trabajo y las prestaciones, y la dignidad y moralidad que enriquezcan nuestras vidas, ya que el anterior gobierno socialista, con sus equivocadas políticas progresistas, había dejado reducidas a escombros todas estas cuestiones, llevando a la mayor parte de la ciudadanía a un estado de desgracia colectiva, de insatisfacción, de dolor y de incertidumbre.

La llegada del partido conservador la deseábamos muchos españoles y, afortunadamente, la conseguimos, porque estábamos viviendo en la angustia y el oprobio de la desquiciada política socialista, y teníamos que salir de tan nauseabunda situación si queríamos respirar aire puro.

Ahora ya hemos conseguido un gobierno con otro color y con otros modales, pero no quiero pronunciarme sobre sus bondades, capacidades, conocimientos, o espíritu de lucha, porque todo esto se nos irá desvelando con sus acciones y con el correr del tiempo. Simplemente, doy la bienvenida a todos sus miembros, porque todos, en principio, llegan con la aureola de la honradez y del buen hacer.

Por ello, desde la confianza que inspiran a muchos españoles, les quiero pedir que tengan en cuenta en la gobernabilidad de nuestra patria las siguientes acciones:

Que destierren de la política la memez de la paridad y que siempre tengan en cuenta que los cargos de importancia los deben ostentar los mejores, sin considerar el sexo ni las matemáticas elementales.
Que deroguen cuanto antes las leyes criminales e indecentes que nos dejó el anterior Gobierno.
Que no se dejen convencer por el victimismo lacrimoso de los separatistas, que lo único que pretenden es que se les considere a mayor nivel que el resto de los españoles.
Que se anulen o supriman todos los caprichos caros, innecesarios y hasta ilegales de algunas autonomías.
Que se prohíba anteponer las leyes de los Gobiernos regionales a las leyes, decretos, órdenes y normas del Gobierno central.
Que se rescaten transferencias cedidas a las autonomías, que deben ser competencias exclusivas del Estado español.
Que se advierta a las autonomías que la transgresión de las leyes estatales puede dar lugar a la suspensión de la autonomía, como está establecido en la Constitución española.
Que se reformen dos leyes muy importantes: La ley electoral para que las minorías no puedan convertirse en árbitros y dirigentes de la política nacional, y la ley penal para que los delitos en España se castiguen con rigurosidad, sin beneficios penitenciarios, y hasta con cadena perpetua efectiva.
Que se investiguen las causas y los causantes de todo el desastre económico y financiero que tenemos como herencia del anterior Gobierno, y si se llegare a conocer los causantes, que se les juzgue y se les castigue como corresponda según nuestras leyes.


Espero que, a partir de ahora, España y los españoles vayamos por el buen camino y que pronto alcancemos el nivel de bienestar que ya tuvimos en el pasado y que, asimismo, nuestra querida patria ocupe en el concierto internacional el puesto que le corresponde por su historia, su capacidad, su cultura y su espíritu de lucha.

Luis de Torres

25 de diciembre de 2011













lunes, 12 de diciembre de 2011

DESUNIÓN Y DESORDEN



En estos últimos tiempos, los ciudadanos de a pie, esos que no tenemos cargos políticos, ni una situación económica desahogada, ni caminamos por el fango de la especulación y el engaño, y que sólo ponemos interés en nuestras familias y en nuestro trabajo (si es que lo tenemos) o en el cobro puntual de nuestras menguadas pensiones, no entendemos lo que pasa a nuestro alrededor, ni por qué todas las naciones tienen problemas, de mayor o menor importancia o cuantía, pero problemas al fin, ni cómo es posible que sea tan difícil llegar a acuerdos entre todos los afectados para enderezar las economías, las finanzas, los gastos y los ingresos, dotar de solidez a las monedas y encauzar todas las actividades por el camino recto.

Comienzo con este preámbulo porque el pasado sábado, 10 de diciembre de 2011, los Jefes de Estado o de Gobierno de 26 países de la Unión Europea firmaron un acuerdo de integración fiscal en la Unión Europea, con la excepción del Reino Unido y la provisionalidad de unos pocos países que tenían que consultar con sus parlamentos o con sus ciudadanos, y este importante documento me llevó a pensar que, por fin, los gobernantes europeos se habían dado cuenta que todos íbamos por un mal camino, pues en vez de dirigirnos a la meta marcada en un principio, que hablaba de unión total, incluida la unión política, seguíamos con nuestras disputas, desavenencias y derechos nacionales, olvidando que la unión hace la fuerza y la desunión lleva al fracaso y a la derrota.

La situación límite a que habíamos llegado nos ponía a todos, a los fuertes y a los débiles, a los que queríamos los Estados Unidos de Europa y a los llamados euroescépticos, en una tesitura muy peligrosa, pues ya se adivinaba, con mucho temor y preocupación, que se llegara a la ruptura de la Unión Europea, que se perdiera todo el trabajo de cohesión y ensamblaje de tantos años y que, dentro de este desastre, se colapsara el euro y, con nuestra moneda, las finanzas y las economías.

Parece que el mencionado acuerdo, a pesar de sus iniciales debilidades, que las tiene, ha sido un paso importante para salir de este agobiante desorden que estábamos viviendo, aunque es lógico pensar que, aún en el mejor de los casos, el orden, la prudencia y la disciplina tardarán en establecerse plenamente dos o tres años más. Ahora, sin embargo, este esperanzador acuerdo fiscal nos sigue recordando que la desunión sigue viva en la Unión Europea y que el egocentrismo está todavía implantado en el alma de algunos europeos. Me refiero a la auto exclusión del acuerdo que ha protagonizado el representante del Reino Unido, que ha roto la exigencia de unanimidad para tomar determinadas decisiones y que ha obligado al resto de países a utilizar la fórmula de “acuerdos intergubernamentales” para poder firmar el acuerdo de integración fiscal.

Esta ausencia increíble del Reino Unido puede que esté fundamentada en varias cuestiones: En la pérdida de preeminencia entre las naciones europeas, puesto que ahora el Reino Unido ya no es la potencia económica de Europa, el recuerdo de su victoria sobre Alemania en la segunda guerra mundial y el liderazgo que la nación germana tiene actualmente en nuestro continente, la resistencia a dejar la libra esterlina que tan valiosa fue durante el imperio británico y como pétreo sostén de la supremacía de la City de Londres en las finanzas mundiales, la amistad inquebrantable con los Estados Unidos, superior a la que muestra con las naciones europeas, y “last but not least” (lo último pero no lo menor) el lema en francés que aparece al pie de su escudo “Dieu Et Mon Droit “ (Dios y mi derecho). Mientras los británicos lleven en su corazón esta frase en francés, que se remonta a varios siglos atrás, y no se desprendan de su orgullo, será muy difícil que se integren plenamente en la Unión Europea. Las demás naciones también tenemos nuestro orgullo nacional, porque, asimismo, poseemos páginas gloriosas en nuestra historia, pero ahora, sin olvidar nuestro pasado, estamos dispuestos a perder una parte de nuestra singularidad y de nuestra soberanía para integrarnos en una gran nación europea que se asiente en el orden, el trabajo, el entendimiento, el respeto mutuo y la paz, la bendita paz de los pueblos que ya no quieren la guerra para dirimir sus controversias.

12 de diciembre de 2011

Luis de Torres