lunes, 31 de octubre de 2011

GOBERNANZA, INFLACIÓN Y OTRAS DESGRACIAS

Estoy observando desde hace poco tiempo que algunos políticos y, asimismo, ciertos periodistas, se han acostumbrado a utilizar la palabra “gobernanza”, en lugar de gobernación o gobernabilidad, que han sido vocablos más comunes en la jerigonza de la clase gobernante, y aunque gobernanza figura en el Diccionario de la Lengua Española, tengo la sospecha de que los usuarios de tan poética y hermosa palabra, que rima con danza, lontananza, andanza, romanza, bonanza y holganza, y con alguna otra palabra de igual o mayor belleza que no me viene ahora a la mente, no se han detenido a conocer la acepción principal que da la Real Academia Española a la palabra “gobernanza”, vinculada a la acción de gobernar. Y dice así: “Arte o manera de gobernar que se propone como objetivo el logro de un desarrollo económico, social e institucional duradero, promoviendo un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado de la economía.”

Si los políticos hubieran tenido el conocimiento profundo de lo que significa la citada palabra habrían dejado de incluirla en sus discursos, porque no hay nada tan dispar y lejano entre sí como lo que sucede en la vida de los españoles y lo que propone o propugna la palabra gobernanza. Para nuestra desgracia, los políticos que rigen los destinos de España, no sólo no han logrado el desarrollo económico, social e institucional, sino que nos han sumido, que es lo único que parece que saben hacer, en la crisis económica, en el marasmo social, moral y laboral y en el desequilibrio y fragmentación del Estado. Gobernanza sí, cuando se persigue y se logra lo que indica el significado de la palabra, pero cuando ésta se usa como adorno, decoración, o supuesto culturalismo en un discurso, no.

Abundando sobre lo indicado arriba en relación con la crisis económica que estamos sufriendo desde hace varios años, y que seguiremos sufriéndola durante más tiempo, aunque cambiemos de equipo de gobierno, porque el daño que se ha hecho a nuestra patria es de tal magnitud que serán necesarios muchos esfuerzos y muchos meses o años para recuperar el bienestar que estuvimos gozando en tiempos pasados, quiero referir un par de anécdotas, quizá de escasa relevancia dentro de la situación de miseria y dolor que estamos viviendo, pero que denotan que esta crisis se está cebando mayoritariamente con los más débiles, con los que estamos sujetos a las disposiciones gubernamentales, como es el caso de los funcionarios, jubilados y pensionistas.

En efecto, hace unos días me fui a cortar el pelo, y cuando llegó el momento de pagar, el peluquero, con muy buena educación y esbozando una sonrisa, me dijo que el precio del servicio había sido incrementado en un 10%, que tuve que pagar, aunque de mala gana. Un par de días después estuve comprando en un supermercado unos tarros de cristal de humildes y nutritivas legumbres y me encontré con otra desagradable sorpresa. ¡Estos alimentos de primera necesidad habían subido de precio un 11% aproximadamente! Me quedé pensativo. ¿Qué estaba pasando? Funcionarios, obreros, pensionistas y jubilados no solamente no manteníamos nuestro anterior poder adquisitivo, sino que vivíamos bajo el temor de nuevos recortes y estrecheces. Y ahora, para colmo de desdichas, además de los castigos que nos está infligiendo el actual gobierno antisocial, también los comerciantes y los que tienen profesiones libres han decidido meter la mano en nuestros extenuados bolsillos para reforzar los suyos. Y si los que todavía tenemos algún tipo de ingreso nos quejamos de la injusticia que estamos soportando ¿qué pensarán, gritarán o llorarán aquellas personas que están inmersas en esa insoportable tortura, de nuestros malhadados tiempos, que llamamos desempleo o paro? Los que estamos pagando la subida de los precios y el recorte de nuestros ingresos intentaremos equilibrar nuestra economía yendo a la peluquería algo más tarde que de costumbre, sin que nos importe demasiado que nuestra abundante o escasa cabellera la pongamos menos veces al año en manos del peluquero, y, en cuanto a las queridas legumbres, nos acostumbraremos a comer menos cantidad, que quizá sea bueno si pierden algún kilo los que están llenitos, y soportable si la delgadez de algunos se hace ligeramente más visible.

31 de octubre de 2011

Luis de Torres