martes, 24 de mayo de 2011

JUSTO CASTIGO A SU INEPTITUD

JUSTO CASTIGO A SU INEPTITUD

Ayer se celebraron las elecciones municipales y autonómicas en España y hoy, gracias a los avances tecnológicos, ya sabemos todos los ciudadanos quién ha ganado, quién ha perdido y quién ha empatado, y ello con todo lujo de detalles.

Los resultados que se han dado han supuesto un auténtico desastre para los socialistas, y esta hecatombe ha sido de tal magnitud que ni siquiera las personas que auguraban, quizá con toda razón, que la caída del PSOE era segura e irremediable, llegaban en sus previsiones a niveles tan bajos. Incluso, había un cierto temor entre algunos de los españoles que deseaban fervientemente el tropiezo socialista, que esta formación política se recuperara a última hora, no sólo por la presión que se estaba haciendo a los ciudadanos en las convocatorias multitudinarias y en los mensajes que lanzaban varios medios de comunicación, sino, también, por las consecuencias que se podían derivar de las concentraciones de jóvenes bajo el lema del 15-M.

Sin embargo, ni todo el ambiente de inquietud, zozobra, desobediencia a las leyes, y creciente indignación, socavaron la firme decisión de los españoles de depositar en las urnas sus ideas y sus deseos de cambiar una situación insostenible de continuos errores, de penuria, de angustia, de hundimiento y de desesperanza, así como tampoco las palabras altisonantes, pero huecas, las frases recias e hirientes, pero sin valor, las miradas penetrantes, pero frías, los gestos altaneros de cabeza, brazos y manos, estudiados para impresionar, pero vanos e inservibles, y las mentiras, tergiversaciones, insultos y descalificaciones, pero carentes de sensatez, de los políticos socialistas, penetraron en la mente y en el corazón de los españoles, que se mantuvieron estoicamente firmes, y que no se acobardaron para proclamar, con claridad y educación, sin algaradas ni revueltas, sino en las urnas y democráticamente, su inquebrantable decisión de dejar al borde del abismo y maltrecha a una formación política que tanto daño les había hecho. Y lo consiguieron…

Ahora, si los socialistas no quieren aceptar el rechazo que han tenido de la mayoría de los españoles y se niegan a convocar elecciones anticipadas ya, dentro de poco tiempo descubrirán con horror, como dicen los alemanes, que su manifiesta ineptitud los ha llevado al fondo del abismo y que será imposible salir de él.

23 de mayo de 2011

Luis de Torres

sábado, 14 de mayo de 2011

LA SENSATEZ DE HUNGRÍA

LA SENSATEZ DE HUNGRÍA


El pasado día 18 de abril de 2011 el Parlamento húngaro aprobó, por una amplia mayoría, la nueva Constitución, que entrará en vigor el día 1 de enero de 2012, y dejó atrás definitivamente su forzada alianza con el comunismo, aunque previamente ya había entrado a formar parte de la OTAN y también de la Unión Europea.

Esta noticia tendría que haber sido recibida con alegría y satisfacción por los países que también están integrados en la Unión Europea, pero no fue así, porque todavía no tenemos un sentimiento patrio, político, histórico, solidario y común que haga de la Unión Europea una gran nación, de la que estemos orgullosos, en la que podamos vivir en paz y en armonía, conservando siempre nuestras costumbres y modos de ser, pero teniendo y sintiendo, por encima de todo, la condición irrenunciable y grandiosa de ser europeos unidos.

Lo triste y descorazonador es que algunos europeos que están ocupando cargos en el Parlamento Europeo pidieron a la Comisión Europea que estudiase el texto de la Carta Magna húngara, “por considerar que su texto puede ir en contra de los principios básicos de la Unión Europea sobre democracia y derechos fundamentales” Los que pidieron el estudio del texto son los que militan en partidos de izquierdas, los mismos, quizá, que rechazaron la inclusión en la fallida constitución europea del reconocimiento de las raíces cristianas de Europa.

Los húngaros, sin embargo, que tanto han sufrido a lo largo de la historia, en su nueva Constitución no renuncian a sus ideas milenarias, justas y morales, reconocen las raíces cristianas de su país, rinden homenaje a San Esteban rey, que llevó a Hungría al seno de la Cristiandad y, además, en vista de la degradación moral que se está extendiendo por algunos países europeos, defienden la vida y protegen el matrimonio entendido como la unión legal entre un hombre y una mujer.

Pero estos ideales, que son nobles y dignos de encomio y forman parte de nuestra civilización ancestral, algunos políticos consideran que pueden ser contrarios a la democracia y a los derechos fundamentales. Pero, ¿saben esos políticos lo que es democracia y derechos fundamentales? Posiblemente no, o, en todo caso, no saben discernir entre lo bueno y lo perverso, lo justo y lo delictivo, lo digno y lo despreciable. ¿Existe algún derecho que sea más fundamental que el derecho a la vida? Pues ese derecho lo defiende la nueva Constitución húngara, que significa que rechaza el aborto y otras posibles formas de acabar con la vida humana, y esa misma Carta Magna protege el matrimonio, creador de la familia, que es otro derecho fundamental.

Y en cuanto a la herencia religiosa de los europeos, que también molesta a determinados políticos, habría que recomendar a éstos que se dieran una larga vuelta por Europa, que miraran a su alrededor con atención y cuidado, y verían que en todas las ciudades, pueblos, y hasta en pequeños núcleos de población, existen templos cristianos, sean éstos catedrales, basílicas, santuarios, iglesias, monasterios, conventos, ermitas, etc., que son la prueba irrefutable de que, a lo largo de muchos siglos, los pueblos europeos han vivido y se han desarrollado bajo la religión cristiana. ¿Por qué hemos de renegar de nuestras raíces religiosas? Nuestros antepasados las defendieron en Covadonga, en Las Navas de Tolosa, a las puertas de Viena, en Lepanto y en otros muchos sitios, las llevaron a otros continentes, con convicción y entrega a sus ideales, y no debemos olvidar su esfuerzo, su valentía y su legado histórico.
Hungría, con su nueva Constitución, ha llenado de contenido noble este importante documento y ha traído un aire nuevo a la Unión Europea, aunque algunos crean, como dicen los componentes del grupo socialista europeo, que los magiares han retrocedido al pasado.

14 de mayo de 2011

Luis de Torres

domingo, 8 de mayo de 2011

LOS TRIBUNALES QUE NO ENTENDEMOS

LOS TRIBUNALES QUE NO ENTENDEMOS


Los españoles que no hemos estudiado Derecho, pero que confiamos en los Tribunales de Justicia cuando se trata de aclarar, ordenar y resolver con equidad las discrepancias de las personas físicas o jurídicas, que, en demasiadas ocasiones, aparecen en la vida de los ciudadanos, estamos todavía perplejos por la decisión que tomó recientemente el Tribunal Constitucional sobre la legalidad o no de un nuevo partido que pretende presentarse a las elecciones del 22 de mayo en las provincias vascas.

El estupor e incredulidad que ahora sentimos cientos de miles de españoles se debe al hecho de que hace pocos días el Tribunal Supremo, que entendemos que es la máxima instancia judicial de España, dictó sentencia ilegalizando el nuevo partido vasco, por estimar que tenía connotaciones claras o relaciones probadas con los terroristas que tanto daño han estado haciendo a los españoles. Sin embargo, el Tribunal Constitucional, que nos parece que no está por encima del Supremo en cuanto a juzgar hechos, delictivos o de otro tipo, ha dejado sin efecto la sentencia de ilegalización del nuevo partido vasco, que ahora, y dentro de estos vericuetos difícilmente transitables e incomprensibles sobre constitucionalidad o no de leyes y decisiones, sí es legal.

Los ciudadanos necesitamos leyes claras, que protejan el bien y persigan y castiguen el mal, y que no admitan interpretaciones tan profundas y dispares que den lugar a la incongruencia de que un tribunal diga que una actividad política de determinado signo es ilegal y que otro tribunal dicte que sí es legal. También necesitamos todos los españoles que los magistrados, jueces y demás componentes de la judicatura sean neutrales, que no estén influenciados por ideas políticas, que no se vean obligados a seguir los dictados de los gobernantes y que, siempre, siempre, actúen de acuerdo con las leyes legalmente establecidas. Resulta desagradable leer o escuchar en los medios de comunicación que determinados magistrados son “progresistas” o “conservadores”, porque estos adjetivos o títulos, aplicados a los componentes del Tribunal Constitucional nos llevan a pensar que la decisión, sentencia, laudo, o como queramos llamarlo, se ha incubado en el seno y de la mano de la política.

8 de mayo de 2011

Luis de Torres