martes, 1 de marzo de 2011

EXPLOSIÓN DEMOGRÁFICA

Hace unos días llegó a mis manos una prestigiosa revista en la que se nos anunciaba que este año 2011 la población mundial alcanzaría la cifra de siete mil millones de personas. Otras publicaciones, e incluso la radio y la televisión, nos han recordado recientemente que la población de China sobrepasa ya los 1.300 millones de seres humanos y la población de la India también ha superado los 1.200 millones de almas.

Estas cifras nos tienen que traer necesariamente una gran preocupación porque vivimos en un mundo finito, que tiene límites, tanto en su tamaño como en sus recursos naturales, y parece que no nos damos cuenta del oscuro futuro que se nos presenta. Si buscamos las estadísticas del movimiento demográfico nos encontramos con que en el año 1.800 habitaban nuestro planeta unos mil millones de seres y que al terminar la segunda guerra mundial en 1.945 la población había alcanzado unos 2.500 millones de personas, a pesar del tremendo coste en vidas humanas que había supuesto la citada contienda. Y, siguiendo con las estadísticas, cincuenta y cinco años después; es decir, a las puertas del año 2.000, ya habíamos llegado a la escalofriante cifra de 6.000 millones, pero aún más inquietante y asfixiante es que en sólo 11 años más tarde la masa humana llegue a alcanzar los 7.000 millones de individuos, lo que significa que en los últimos 11 años la población mundial ha aumentado en 1.000 millones, que es la misma cifra, según las estadísticas que tenemos a mano, que necesitó la raza humana, desde su aparición en nuestro mundo, para llegar a esa significativa cifra de 1.000 millones.

Estas cifras, que se nos antojan aterradoras, y que no presagian nada bueno para nuestros descendientes, nos traen a la memoria las ideas y las predicciones que hizo a finales del siglo XVIII y en las primeras décadas del XIX el demógrafo y economista inglés Thomas Robert Malthus, contenidas en las varias ediciones de su libro “Ensayo sobre el principio de la población”, donde este estudioso de la evolución humana ya se quejaba y nos hacía ver que el crecimiento de la población era geométrico mientras que el crecimiento en la producción de alimentos sólo seguía una pauta aritmética. Por tanto, la capacidad de alimentar a tantos seres humanos sería imposible de alcanzar y llegaría el colapso de la humanidad. Malthus también creía que las hambrunas, las guerras, las enfermedades y otras miserias y desgracias humanas vendrían a equilibrar el crecimiento demográfico con el crecimiento en la producción de alimentos, aunque también apuntaba que este equilibrio traumático lo sufrirían en mayor medida las clases menos favorecidas económicamente.

Aunque Malthus ya nos alertó sobre el peligro de un crecimiento demográfico desmedido, la historia no ha corroborado sus predicciones y ahora, rozando ya los 7.000 millones de seres humanos, la producción de alimentos es suficiente para dar de comer a todas las personas, a pesar de lo cual, y debido quizá al atraso de algunos pueblos, a la distribución, transporte, elevación de precios, pobreza, descontrol en la planificación familiar, etc., todavía nos encontramos con muchos colectivos humanos que pasan hambre.

Ahora sabemos que las teorías de Malthus no se están cumpliendo, pero su mensaje no era descabellado, y en el siglo XXI, aunque la tecnología agropecuaria haya logrado mejorar y aumentar las cosechas y la producción de carne, la explosión demográfica está teniendo efectos perniciosos sobre el medio ambiente, el calentamiento de la atmósfera, la contaminación de las aguas de superficie y marítimas, la destrucción acelerada de las masas forestales, la utilización desmedida de los combustibles fósiles, la reducción de los espacios rurales y el crecimiento del cemento, el ladrillo y el asfalto, y otras desgracias que la raza humana, depredadora por naturaleza. y creciendo exponencialmente, está trayendo a su propio mundo.

Ahora los gobiernos, cuando la globalización alcanza a todo el planeta, tendrán que pensar seriamente en el peligro de un crecimiento descontrolado de la población, y tomar medidas que frenen los excesos, que equilibren personas y alimentos, que protejan el medio natural, que eviten el saqueo de los recursos naturales y que todos nosotros nos demos cuenta de lo pequeño que es nuestro mundo, que no tenemos otro, que es hermoso y lleno de vida, y que la conservación del mismo es tarea de todos para legarlo en buenas condiciones a nuestros descendientes, y éstos a los que vengan después, y así a lo largo de los siglos.