viernes, 21 de diciembre de 2007

COVADONGA Y SUS SORPRESAS

Cuando voy de viaje, y ya lo he dicho en alguna otra ocasión, busco la historia de mi patria, que es mi propia historia, y aquellas cosas que, por su singular belleza, añaden más interés y placer a mi viaje.

En el pasado mes de octubre tuve ocasión de asomarme, una vez más, a Covadonga y a su paisaje, y sentí la emoción de encontrarme de nuevo en la cuna de la patria recuperada que llamamos España. Y, naturalmente, subí a la cueva de la Virgen de Covadonga, la Santina, como la llaman los astures, y me hubiera quedado allí un buen rato para gozo de mis sentidos y de mi alma, pero los muchos fieles o peregrinos que se agolpaban en la cueva no me dejaron apenas tiempo para disfrutar de aquel lugar sagrado e histórico. Sólo tuve unos momentos para que mi cámara captara algunas imágenes de la Santina y de su entorno, a pesar de la prohibición que parece existir de hacer fotografías, pero las hice sin flash para no dañar con su luz ningún color de aquel lugar excepcional. Las tomé, por supuesto, para poder tener en mi casa, y con el adecuado sosiego, el tiempo suficiente para contemplar la hermosura de aquel sitio, bien en la pantalla de mi ordenador o en el papel fotográfico.

Y como digo que voy en busca de la historia, utilicé un par de segundos de aquel precioso tiempo en la cueva para tomar una imagen de la tumba de Don Pelayo, que está situada a poca distancia de la derecha del altar, según lo mira el peregrino, y excavada en la roca de la montaña. Esta fotografía es la que incluyo a continuación:



Como se puede ver, la lápida está escrita en caracteres del castellano antiguo y con una ortografía que difiere un tanto de la que tenemos en el español actual. La traducción puede ser la siguiente:

“Aquí yace el Rey Don Pelayo, electo el año de 716, que en esta milagrosa cueva comenzó la restauración de España, vencidos los moros falleció año 737 y le acompañan su mujer y su hermana”

El nombre de su mujer fue el de Gaudiosa, y con ella tuvo a su hija Ermesinda, que fue la esposa del rey Alfonso I de Asturias. Como se ve, el nombre de aquellas mujeres medievales era parecido a los que hallamos ahora en los cuentos de hadas, aunque no hay que negar que tenían cierta resonancia poética.

Y como en Covadonga todo es hermoso y excepcional, por debajo de la cueva donde está la Santina sale una enorme cascada de agua, además de otras más pequeñas, todas ellas blancas de espuma, luminosas y envueltas con la música recia y profunda del agua despeñada y el eco de la cueva, que se hunden con alegría y fuerza en una laguna al pie de la montaña, para, de esta forma, dar nacimiento al río Covadonga, río bravo de montaña, que hiende las rocas y riega la floresta, saltando con prisa entre los riscos del cauce, en ansiosa búsqueda del río Güesa, donde desagua, para que uniendo ambos caudales se encuentren con el Sella, al que darán vida y cuerpo para recorrer juntos el camino hacia el norte hasta Ribadesella y el mar.

Los astures también saben que el agua que brota de la cueva donde está la Virgen de Covadonga es milagrosa, y en términos festivos, y también religiosos, recitan o cantan la siguiente letrilla:

· La Virgen de Covadonga
· tiene una fuente muy clara,
· la niña que de ella bebe,
· dentro del año se casa.

Bajando del santuario, y siguiendo el curso del río Covadonga, llegamos al restaurante El Molino, donde paramos para comer, y donde, de nuevo, surgió algo que llamó mi atención. En las mesas donde nos iban a servir una fabada asturiana, habían colocado unas botellas de vino tinto de la marca RIOSELLA, en cuya etiqueta se podían leer los siguientes versos octosílabos, de desigual rima, pero en conjunto de buena factura, donde se unían la épica y la lírica:

· Río Sella, río amigo,
· unos versos yo te escribo
· con singular emoción,
· porque llevas en tus aguas,
· escrito a través del tiempo,
· cómo astures indomables
· forjaron una nación.

· Un privilegio de dioses
· es el poder contemplar
· desde el alto de la ermita
· cuando rompe la pleamar
· cómo tus aguas tranquilas
· besan las olas del mar.

Después de leer los versos, donde asomaba el alma anónima de un buen asturiano, al que di las gracias mentalmente por el placer que me ofrecía, me llevé a los labios el vaso con el tinto de aquella botella tan bien etiquetada, lo gocé con un par de lentos tragos y, seguidamente, comencé a dar buena cuenta de la excelente fabada que tenía ante mí, regada, obviamente, con el vino asturiano. Fabada, vino y versos me hicieron feliz aquel día junto al rugiente cauce del río Covadonga.

martes, 18 de diciembre de 2007

CARRIL BICI

Primero fueron los inmigrantes los que, quizá siguiendo con alguna costumbre de sus países de origen, empezaron a invadir las aceras de Murcia, y sin duda de muchas otras localidades, con sus bicicletas, y algunos hasta con ciclomotores, pero después, y en vista de que nadie ponía coto a tan incorrecta acción, algunos indígenas españoles se apuntaron a la novedosa costumbre y también comenzaron a cabalgar en sus vehículos de dos ruedas por las aceras de la ciudad de Murcia. Y nadie, con autoridad suficiente, cortó de raíz esta alteración fraudulenta del uso de las aceras, que siempre habíamos creído que estaban ahí únicamente para los peatones, y que sólo podían ser holladas por los zapatos, sandalias, alpargatas y otros tipos de calzado de los humanos, pero no por los neumáticos movidos por tracción humana o con motor de explosión.


Este cambio en el tipo de circulación por las aceras, que no añade ningún enriquecimiento a la vida ciudadana, como algunos dicen que sucede con las aportaciones de los inmigrantes, sino que entraña un peligro constante para los peatones, no parece importar ni mucho ni poco a las autoridades, pues no se ve que hagan algo para erradicar este peligro de nuestras aceras, y algunos nos tememos que hasta que no ocurra algún accidente, con herido grave o menos grave, o con algún muerto, que sería terrible, pero no imposible (observando la forma imprudente con que circulan algunos invasores de las aceras) las autoridades no saldrán de su letargo e inactividad.


Desgracidamente, hasta el momento, los vehículos siguen invadiendo y colonizando nuestras aceras, y la corporación municipal, con el Sr. Alcalde a la cabeza, sigue ignorando el problema. O quizá nuestros ediles piensen que haciendo un carril bici desde la Fica al Raal ya han cumplido con su cometido, o que la carencia de carril bici en Murcia capital justifica y hace lógico que se supla con la invasión de las aceras. Veremos qué pasa si algún día se produce una desgracia. Nadie asumirá la responsabilidad, pero ésta existirá y alguien tendrá que pagar por la negligencia y la desidia actuales.