domingo, 25 de noviembre de 2007

GRAFFITI

Nos suelen decir, especialmente los médicos, que pasear es una muy buena costumbre para prevenir o reducir el colesterol o el exceso de glucosa, pero todavía no he oído a ningún profesional de la medicina, o persona docta, o autoridad municipal, que diga que pasear por las ciudades puede ser perjudicial para el equilibrio mental, y no debido al tráfico, los ruidos, los atascos, la contaminación, las prisas, etc., que por supuesto, también atacan al sufrido ser humano.
Yo me refiero al asalto agresivo y continuado que se hace contra los edificios públicos y privados, los monumentos, las paredes, las vallas, verjas, bancos y otros elementos que nos encontramos en las ciudades, que se ven cubiertos de “graffiti”, o grafitos, que es la palabra que admite la Real Academia Española, que hieren el buen gusto, que afean, ensucian y degradan el paisaje urbano, que no tienen nada de arte, y sí mucho de incultura, chapuza y mala fe, aparte del tremendo gasto que supone su supresión si alguien quiere hacer una limpieza a fondo.
Y todo este aluvión de garrapatos y pintarrajos, no hechos con la pluma o el lápiz, sino con aerosoles, cuyos pigmentos penetran más profundamente en los materiales, no parece preocupar excesivamente a las autoridades, porque el ciudadano no percibe que se haga nada para erradicar este azote, para terminar con estas agresiones tan desagradables.Quizá se haga algo, pero en la ciudad de Murcia no se nota, por lo que se llega a la conclusión de que el Sr. Alcalde o no puede, o no sabe, o no quiere resolver el problema. Estoy seguro que se puede poner coto a tanto atropello, pero hay que tener la decisión política de hacerlo, porque medios, sin duda, los tiene el Ayuntamiento. La salud mental de muchos ciudadanos está en peligro. Decídase Sr. Alcalde a librarnos de tanto vándalo y tanta inmundicia, porque Murcia no será una ciudad limpia, como ahora se pregona, hasta que, además de barrer las calles, los edificios, monumentos, paredes, etc. muestren su color normal, sin la horrible lacra de los grafitos, que el único mensaje que transmiten es el dolor y la desesperación de una ciudad agredida y no protegida por las autoridades.

viernes, 23 de noviembre de 2007

HISPANIDAD

Tengo excelentes recuerdos de mis viajes a países iberoamericanos, no sólo de los paisajes, ciudades, pueblos y tradiciones de aquellas tierras, sino también de sus habitantes. Sin embargo, me molesta, me duele y no comprendo que un mestizo pueda hablar mal de España o de los españoles. Puede ser, o quizá no haya duda, que nuestros antepasados, los conquistadores, cometieran atropellos y fechorías, además de llevar nuestra lengua, religión, cultura, costumbres, sangre y bastantes otras cosas buenas. Pero ¿cómo es posible que un mestizo se queje de España, de nosotros, o de los españoles que fueron a América?
¿Es que no se da cuenta ese mestizo que él no existiría si los españoles no nos hubiéramos embarcado en la empresa colonizadora de América y no hubiéramos unido nuestra sangre a la de los indígenas americanos? Cada persona es un ser único e irrepetible que ha llegado al mundo después de infinitos intercambios genéticos.
¿Quién es capaz de saber dónde empieza su árbol genealógico y cuántos injertos ha tenido?
Recuerdo con especial emoción una poesía que oí recitar en una reunión folklórica en Yucatán, que se refería a “unas gotas de sangre española”, las cuales habían aportado a la sangre indígena virtudes, reciedumbre, arte, caballerosidad, fortaleza, cultura, sentimientos y nobleza, que dieron como resultado un pueblo mejor. Aquella poesía fue un canto sublime a España y al mestizaje, que había recibido las virtudes y los valores españoles. Nuestros antepasados también sufrieron invasiones, y, con ellas, sufrimientos, humillaciones, muerte y destrucción. Los romanos, por citar solamente un pueblo invasor de la península ibérica, venían con sus legiones y con la espada en la mano, pero nos trajeron la base de nuestra hermosa lengua, leyes justas que aún perduran, enseñanza para hacer grandes obras, y la unidad de Hispania, y yo nunca me quejé de los romanos, viéndolos desde la perspectiva que da la historia y el tiempo, sino que les agradecí lo bueno que nos trajeron, sea yo un celtíbero sin mezcla, o un mestizo de celtíbero y romano.